Richard Coleman & El Trans-Siberian Express se presentarán en Capital Federal para presentar "El (in) correcto uso de la metáfora", el sexto y más reciente disco del guitarrista.
La banda se presentará el 27 de septiembre en Niceto Club.
Las entradas ya están a la venta en la web de Passline en este enlace.
Richard Coleman sigue mutando, explorando, sorprendiendo. A más de cuatro décadas de haber irrumpido en la escena del rock argentino con Fricción y como parte esencial de Soda Stereo, hoy se mantiene como un artista inquieto y lúcido, capaz de revisitar su costado más oscuro sin caer en la nostalgia. Su nuevo álbum marca, según sus propias palabras, “una vuelta a una sonoridad más oscura, más introspectiva”, en línea con su presente emocional y el contexto social y político que atraviesa el país.
“Empecé el disco a principios del año pasado, sin saber que iba a haber un cambio de gobierno y que el contexto me iba a acompañar tanto”, confiesa. Pero aclara rápidamente: “Este disco es una especie de respuesta a lo que estamos viviendo, pero sin ser explícitamente político.” Como siempre en su obra, la crítica no es directa, sino atmosférica, cargada de simbolismo y climas densos, que invitan a la reflexión más que a la consigna.
Una obra intuitiva, oscura y profundamente personal
“El proceso de creación fue solitario, como me gusta. Trabajo mucho en mi estudio, experimentando con sonidos, con texturas. Es un espacio de libertad total”, explica. Su estudio es su refugio y también su laboratorio: “Todavía disfruto mucho el proceso de grabar, de ir encontrando los sonidos, de experimentar.”
En ese camino de experimentación y exploración interior, Coleman no busca hits ni canciones perfectas, sino algo mucho más personal: “No busco la canción perfecta, sino que el disco tenga una coherencia y una identidad.” Y lo logra: el nuevo álbum resuena como una pieza unificada, con una estética que remite a su debut solista, pero con una madurez distinta. “Hay algo en este disco que remite a mis comienzos, a esa oscuridad inicial, pero con una madurez diferente.”
A diferencia de muchos de sus contemporáneos, Coleman se resiste a mirar hacia atrás. “Quería entregar una música emotiva, pero no nostálgica”, asegura. “No me interesa revivir el pasado, sino construir algo nuevo con la experiencia.” Esa mirada lo empuja a evitar las repeticiones: “Mi trabajo consiste en ofrecer siempre algo diferente, no repetirme.”
La composición fue, como él mismo cuenta, intuitiva y orgánica. “No hubo una planificación previa, sino que las canciones fueron apareciendo. Me dejé llevar por lo que sentía en cada momento.” De ahí que el álbum se sienta honesto, crudo, profundo. “Es lo que soy en este momento.”
La música como refugio, desafío y motor
“La oscuridad es parte de la vida y también puede ser muy creativa.” Con esa premisa, Coleman abraza el claroscuro como parte esencial de su obra. “No todo es luz. También hay belleza en la oscuridad.” En lugar de evadir el dolor, lo transforma en arte. “Es una forma de procesar el presente a través del arte.”
Sus letras actuales son más introspectivas y reflexivas, y el tono general del disco invita a mirar hacia adentro. “Es un disco que invita a la reflexión, a mirar hacia adentro. Creo que es importante en estos tiempos.”
A pesar de su trayectoria, Coleman no se queda en lo logrado. “Siempre estoy buscando cosas nuevas. No me gusta repetirme.” Esa inquietud lo mantiene vivo creativamente. “Sigo teniendo ganas de hacer cosas nuevas, de sorprenderme. Es un motor.” Y aunque experimenta, la honestidad sigue siendo su brújula: “Es fundamental ser honesto con uno mismo. Y eso se transmite en la música.”
A pesar del tono sombrío del disco, el vínculo con el público sigue siendo un pilar emocional para Coleman: “Cuando subo a un escenario, siento una conexión muy fuerte con la gente. Es un momento mágico.” Y esa devolución no pasa desapercibida: “Me emociona ver la respuesta del público. Es increíble cómo las canciones llegan a la gente. Esa es la mayor recompensa.”
