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El agujero comercial de la peor sequía en 100 años

Triple impacto económico de la peor sequía en cien años: actividad, recaudación e ingreso de dólares. ¿Cuáles son los riesgos de la alta dependencia primaria y qué paliativos hay en la caja de herramientas a corto plazo? 

Domingo, 02 de julio de 2023 a las 13 34,

Por Sergio Chouza

Economista y docente UBA/UNdAv

Domingo, 02 de julio de 2023 a las 13 34,

La falta de lluvias de este año nos mostró desnudos ante la dependencia de un agro híper competitivo y con la capacidad de generar divisas para abastecer a otras actividad, que son mayoritariamente deficitarias. Lo que se presenta como una aberración imponderable de baja probabilidad de ocurrencia nos lleva a preguntarnos qué estrategias podría implementar un país de desarrollo medio como Argentina para blindar sus cuentas externas de todo tipo de episodios inesperados, que puede interrumpir un ciclo económico de auge generando consecuencias sociales.

En números, la balanza del comercio de bienes acumula a mayo un déficit de U$S 2.690 millones, que contrasta con el superávit por U$S 3.208 millones que se registró en los primeros cinco meses del 2019. Se explica por una retracción de las exportaciones del 22,1% acumulado, contra una merma de solo el 6,3% de las importaciones. Más en detalle, las ventas externas por productos primarios se desplomaron 41,4% entre enero y mayo, las manufacturas agropecuarias retrocedieron 23,7%, las manufacturas industriales bajaron 5,6% y el rubro de combustibles se mantuvo estable. Entre las principales partidas afectadas por la sequía se cuentan la de cereales, con una caída interanual del 53,2% en los primeros cinco meses del año y las grasas y aceites, que descendieron 30,1% en el acumulado interanual. Si tomamos los dólares que ingresa todo el complejo soja, se tiene un derrumbe del 40,2% en valores exportados. Esto representó casi U$S 6.200 millones menos para las exhaustas arcas del Banco Central hasta el mes de mayo. Proyectando lo que resta del 2023 e incorporando los demás cultivos, estimamos un daño total de U$S 18.500 millones en el año.

El flagelo de la sequía no fue el único este año. A la notoria reducción de las cantidades exportadas se suma un recorte del 6,4% promedio en los precios de nuestras ventas comerciales. Este descenso es mayor a la caída de precios de las importaciones (-1,9%), redundando en un deterioro de los términos de intercambio. En buena medida se explica por el retroceso de los commodities en el mundo, después de una escalada significativa en un 2022 de incertidumbre global por la cuestión Ucrania. Este año, además, la cosecha de los principales países productores fue muy satisfactoria, derivando en un exceso de oferta en los mercados de referencia. El doble efecto de precios y cantidades golpeó duramente a una economía plagada de problemas macro y con urgencia para acumular reservas internacionales que permitan hacer frente a los compromisos de deuda. El evento climático está contemplado en el programa con el FMI y es lo que amerita la revisión de las metas fiscales y monetarias. Aún así, la contingencia afecta el crecimiento potencial de este año, y tiene impacto indirecto sobre el empleo y los salarios.

En el análisis de contrapartes comerciales hay números que preocupan. Entre enero y mayo el déficit del intercambio con Brasil superó los U$S 2.100 millones, mientras que el saldo bilateral con China escaló a un rojo de U$S 2.400 millones. Lejos de explicarse meramente por el factor sequía, el resultado negativo con nuestros principales socios comerciales es crónico. Tuvo lugar en toda la última década. Esto genera inconvenientes, como el menor margen para acumular reservas y las mayores necesidades de financiamiento. Al respecto, el mecanismo de intercambio de monedas (swap) con China lleva más de una década y se convirtió en un mecanismo permanente para evitar que se interrumpa el flujo comercial. Tras sucesivas renegociaciones el swap con China cuenta con un tramo de libre disponibilidad que se puede aplicar a todo tipo de pagos, como los servicios de deuda al FMI. La subordinación comercial con las principales potencias mundiales va migrando a una sujeción de carácter financiero, empeorando las perspectivas macro de largo plazo.

El debate cambiario tiene relevancia por las frecuentes críticas sobre el sesgo anti exportador. El dólar oficial en la gestión de Alberto Fernández se retrasó 22,6% acumulado, y está actualmente en niveles compatibles con los meses previos a la devaluación del 2018. La segmentación de hecho agrega un componente distorsivo extra, aumentando los incentivos al adelanto de importaciones y a todo tipo de maniobras elusivas para subregistrar las ventas al exterior. Estos problemas también valen para los rubros de servicios, donde se diseñaron trajes a medida imperfectos para sectores muy dinámicos como la economía del conocimiento, pero que no resultan suficientes. Empujando el argumento, el cepo no solo atenta contra la sostenibilidad de la balanza de pagos, sino también es un obstáculo al desarrollo, porque desalienta las actividades más pujantes y agudiza la tendencia a la especialización basada en ventajas competitivas estáticas. El próximo gobierno deberá emprender un trabajo de orfebrería para empezar la normalización del mercado de cambios minimizando costos sociales y logrando viabilidad política. Las experiencias 2015 (shock sobre colchón de reservas) y 2019 (plan “vamos viendo”) no llevaron a buen puerto.

La dependencia primaria es un dato permanente de nuestra economía, y un determinante de los fenómenos de stop & go que fueron recurrentes desde mitad del siglo pasado. Para ilustrar, siete de cada diez dólares de exportaciones hoy se explican por bienes primarios, manufacturas agrarias y combustibles. En 2015 este agregado era 2,5 puntos porcentuales más bajo, a expensas de una menor incidencia de los combustibles. La notoria importancia de los recursos naturales implica oportunidades y riesgos para un país como Argentina. La mayor contrariedad es cierta sujeción a precios más volátiles, con ciclos alcistas muy pronunciados y depresiones de magnitud. También suele plantearse un deterioro secular de los precios relativos, pero la evidencia en este respecto no es concluyente, ya que parece estar más en función del esfuerzo de cada país por integrar cadenas de valor local, invertir en investigación y promover la innovación. En cualquier caso, es un hecho que la primarización de la matriz exportadora argentina nos expone a fluctuaciones exógenas que decantan en momentos de prosperidad y otros de escasez. Cuando operan restricciones objetivas como el crédito con el FMI, el combo se vuelve letal.

En el plano de la política económica este año se buscó administrar la escasez con una centralización férrea de las autorizaciones de importación de bienes y generando condiciones para el financiamiento de las empresas con sus proveedores internacionales, pateando pagos a varios meses vista. En un contexto de emergencia no hay espacio para soluciones estructurales. Quedará para la próxima administración propiciar condiciones de mayor estabilidad económica e institucional para lograr el ‘salto exportador’ en una mayor cantidad de sectores, de modo tal de aminorar la dependencia primaria.

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