Lejos de tratarse de un mensaje neutral o espiritual, la elección fue vista como una nueva provocación: Olivera es conocido por sus declaraciones en defensa de represores de la última dictadura, a quienes ha calificado como “gente buena y valiosa”, y por su rechazo explícito al proceso de Memoria, Verdad y Justicia, al que tilda de “venganza”.
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El video, que mezcla referencias religiosas con discursos alineados al negacionismo, no fue un hecho aislado. Se inscribe en una serie de gestos por parte del oficialismo que apuntan a relativizar los crímenes de la dictadura. Ya el pasado 24 de marzo, el Ejecutivo generó polémica al referirse a una supuesta “memoria completa”, una consigna histórica del negacionismo militar.
Como si no bastara, Olivera fue recientemente invitado a un programa radial donde participa la activista Cecilia Pando, símbolo del apoyo a represores. Allí, afirmó que se viven “tiempos nuevos” donde se siente más “libre” para expresar sus ideas. No es difícil entender por qué.
Olivera hombre muy cercano a la Vicepresidenta de la Nación, Victoria Villarruel, en algún momento fue señalado como alguien que hacía lobby en los Tribunales Federales de Comodoro Py a favor de los genocidas detenidos por crímenes de lesa humanidad.
La decisión de usar la Pascua como plataforma para promover voces que minimizan el terrorismo de Estado no solo resulta ofensiva para la memoria colectiva, sino que revela, una vez más, el rumbo ideológico del gobierno: uno que prefiere bendecir a los verdugos antes que honrar a las víctimas.
