La icónica banda alemana, Die Toten Hosen, regresa al país y llegarán en 2026 para despedirse del público argentino con su último tour.
El conjunto se presentará el 10 de octubre en el Movistar Arena.
Las entradas se pondrán a la venta este viernes 14 a las 10 de la mañana únicamente en la web del Movistar Arena.
A lo largo de más de cuatro décadas, Die Toten Hosen se mantuvo fiel a una idea simple pero poderosa: el punk como forma de vida. Esa conexión con los orígenes se refleja también en su mirada hacia el pasado y en cómo entienden la evolución del punk alemán. “Cuando grabamos Lesson 1 era más difícil contactar a los artistas; no había Facebook ni Internet. Hoy la distancia ayuda, la gente lo valora de otra forma. Muchos reconocen que esa fue la etapa más importante de su vida y están más abiertos a hablar y reírse de eso.”
Más allá de las guitarras y los pogos, Campino conserva una visión amplia de la música popular. “La música popular auténtica es algo grandioso. Lamentablemente, en Alemania tenemos una relación complicada con ella porque fue usada y manipulada durante el nazismo y la posguerra. En muchos países, en cambio, la música folclórica es la verdadera música de protesta, expresa todo el sentir de la gente. Es una fuente increíble. Pero si incorporáramos elementos de la música irlandesa, tendríamos que justificar por qué, de lo contrario sonaría falso.”
Para el músico, la clave está en mantener la credibilidad: “Nos encanta ese tipo de cosas, pero hay un límite: siempre tiene que sonar creíble, que suene a los Hosen. No somos los Dropkick Murphys.”
También reconoce a artistas que supieron moverse entre géneros sin perder identidad: “Artistas como Andreas Gabalier o Helene Fischer saben robar de distintos mundos y convertirlo en algo cómodo para su público. Pero yo pienso más en los Biermösl Blosn o en Gerhard Polt: ellos sí son músicos populares que entienden de lo que hablan. Siempre fuimos fans de The Pogues. Y una canción como ‘Bis zum bitteren Ende’, que glorifica el estar borracho, está muy cerca de esas tonadas irlandesas donde también se trata de festejar. Hay paralelos claros.”
En esa búsqueda de raíces, Campino ubica el período esencial del punk entre 1977 y 1982, con influencias previas del garage sesentista. “Si tuviéramos tiempo, también nos meteríamos en esas compilaciones ‘Nuggets’ de bandas de garage de los sesenta. Esa crudeza ya estaba ahí; nosotros éramos apenas unos chicos cuando todo eso pasaba. Pero el período que vivimos más de cerca fue el del ’77 en adelante.”
Esa honestidad y energía son las que, según él, mantienen viva la llama del rock: “Mirá a los Rolling Stones: tienen más de setenta y vuelven a sus raíces con una alegría increíble. O Iggy Pop, que sigue llevando la antorcha con dignidad. Y Nick Cave: nadie habla de su edad, porque lo que hace sigue siendo arte puro. Todos ellos demuestran que se puede envejecer en el rock con grandeza.”
Esa misma fe en la autenticidad atraviesa toda la historia de Die Toten Hosen. “Tocar en países del bloque del Este nos mostró que en Alemania vivíamos bien comparado con otros lugares. Ver las cosas desde afuera hace bien. Siempre fue importante para nosotros buscar y ofrecer solidaridad, sin importar a quién. El movimiento punk argentino durante el régimen fascista era clandestino, igual que el de los países comunistas.”
El propio Campino resume el espíritu del grupo en tres palabras: “Todo por amor.” “Estas tres palabras resumen de qué se trató siempre: amistad, encuentros, pasión. La gente en el pogo se pelea, se cae, pero siempre se levanta y se ríe. Eso también es amor.”
Con los años, su visión se amplió: “No tengo problema en admitir que todo lo hacemos por amor. Con los años uno entiende que el amor no es solo entre dos personas; también es amistad, afinidad, comunidad.”
A más de cuarenta años de su formación, Die Toten Hosen sigue encontrando en el punk un idioma universal: una forma de celebrar la vida, mirar atrás con dignidad y mantener viva una comunidad que no se rinde.
A lo largo de más de cuatro décadas, Die Toten Hosen se mantuvo fiel a una idea simple pero poderosa: el punk como forma de vida. Campino, su líder, lo explica con claridad. “En ese disco volvemos a las raíces. En aquel entonces no existía una banda favorita: éramos pibes punks, todo se trataba de estar, de apoyarse. De esa escena salió un tesoro enorme de canciones. Podríamos hacer diez discos más de covers sin que bajen de nivel, porque las canciones de esa época son buenísimas. Muchas pasaron desapercibidas porque salió demasiado material en muy poco tiempo.”
Esa conexión con los orígenes se refleja también en su mirada hacia el pasado y en cómo entienden la evolución del punk alemán. “Cuando grabamos Lesson 1 era más difícil contactar a los artistas; no había Facebook ni Internet. Hoy la distancia ayuda, la gente lo valora de otra forma. Muchos reconocen que esa fue la etapa más importante de su vida y están más abiertos a hablar y reírse de eso.”
En los últimos años, la banda decidió volver sobre esas canciones fundacionales a través de discos como Lesson 1 y Lesson 2, reafirmando su identidad y la importancia de mantener viva la tradición del punk original.
Más allá de las guitarras y los pogos, Campino conserva una visión amplia de la música popular. “La música popular auténtica es algo grandioso. Lamentablemente, en Alemania tenemos una relación complicada con ella porque fue usada y manipulada durante el nazismo y la posguerra. En muchos países, en cambio, la música folclórica es la verdadera música de protesta, expresa todo el sentir de la gente. Es una fuente increíble. Pero si incorporáramos elementos de la música irlandesa, tendríamos que justificar por qué, de lo contrario sonaría falso.”
Para el músico, la clave está en mantener la credibilidad: “Nos encanta ese tipo de cosas, pero hay un límite: siempre tiene que sonar creíble, que suene a los Hosen. No somos los Dropkick Murphys.”
Esa conexión con América Latina marcó a la banda desde sus primeros viajes: un vínculo basado en la empatía y la resistencia.
El propio Campino resume el espíritu del grupo en tres palabras: “Todo por amor.” “Estas tres palabras resumen de qué se trató siempre: amistad, encuentros, pasión. La gente en el pogo se pelea, se cae, pero siempre se levanta y se ríe. Eso también es amor.”
Con los años, su visión se amplió: “No tengo problema en admitir que todo lo hacemos por amor. Con los años uno entiende que el amor no es solo entre dos personas; también es amistad, afinidad, comunidad.”
