Uno de los guitarristas virtuosos más icónicos de todos los tiempos, Michael Angelo Batio, llegará por primera vez a la Argentina.
El músico se presentará el 8 de marzo de 2026 en el Arena Sur (Avenida Sáenz 459).
Las entradas ya están a la venta en la web de Passline en este enlace.
Desde hace décadas, Michael Angelo Batio sostiene una idea que desafía cualquier prejuicio sobre la edad y la destreza técnica: “la gente tiende a creer que cuando te volvés más grande, tus habilidades disminuyen”. Para él, ese declive aparece cuando se descuidan los detalles mínimos, esos que definen su identidad como guitarrista. Lo explica sin misterio: “toda mi vida presté atención a los pequeños detalles, como tener siempre una buena postura y mantener la espalda recta”. Incluso cuando mira su mano de púa, observa “pequeñas sutilezas… es muy ergonómico”. Ese fanatismo por la precisión marcó su camino y todavía lo sostiene.
El vibrato se convirtió en su obsesión eterna. Lo repite con convicción: “sigo practicando el vibrato una y otra vez”. Para él, ahí se define quién llega lejos y quién se queda a mitad de camino. El paso del tiempo también impacta en lo físico: “cuando envejecés solés perder fuerza en las manos, lo cual impacta directamente tu forma de tocar”, dice. Por eso insiste: practicar vibrato no solo mejora el sonido, también “te separa entre lesionarte o no tocando”.
Esa búsqueda de perfección atraviesa su historia incluso cuando innova en lo técnico. Batio recuerda sin vueltas: “sí, inventé la guitarra de doble mástil”. Su atención al peso y la comodidad también aparece en cada instrumento: “es realmente liviana y está hecha de sicómoro”.
Y aunque muchos creen que su velocidad necesita acción bajísima, él rompe otro mito: “la gente tiende a pensar que porque toco rápido prefiero la acción muy baja. Es exactamente lo contrario”. La eleva para lograr un vibrato más expresivo y evitar cualquier zumbido: “permite que la cuerda suene completa”.
A nivel artístico, su identidad siempre estuvo marcada por la música instrumental. “Siempre escuché música instrumental cuando era chico”, recuerda. Incluso señala que hubo épocas donde lo instrumental lideraba, como con Bach. Por eso disfruta las bandas con secciones largas sin voz: “creo que aporto sabor porque mi escritura se basa mucho en la melodía, pero en las secciones de solo me desato por completo”. En vivo, según él, la experiencia cambia por completo: no hay edición posible. En Nitro, “no había copiar y pegar”. Cada solo debía ser perfecto “de principio a fin”.
Batio viaja constantemente. Su agenda lo resume en una frase: “hago alrededor de 100 shows al año”. Ya tocó en 58 países y, aunque redujo las clínicas, sigue moviéndose sin parar. A veces vuelve un día a su casa solo para salir al siguiente: “volví el martes a la noche y mañana ya salgo para San Francisco”.
Su visión sobre las guitarras signature es igual de particular. Tiene más de una docena: “se vendieron muy bien”, reconoce. Pero aprendió una lección rara en la industria: “la razón por la que se venden es porque mi nombre no está por todos lados”. No busca alimentar el ego, sino crear instrumentos que cualquiera pueda sentir propios: “quiero una guitarra que la gente pueda tocar y le guste, no una que tenga mi nombre en cada traste diciendo ‘¡Mírenme!’”.
La tecnología tampoco lo seduce fácilmente. Aunque no le teme a las novedades, sostiene una fe inquebrantable: “simplemente nunca escuché algo que suene mejor que un Marshall”. Probó sistemas como Fractal, pero no lo convencieron: “no suenan reales para mí”.
