Scarlett Johansson, una de las actrices más reconocidas de Hollywood, habló con crudeza sobre cómo la industria del cine la sexualizó desde muy joven, afectando no solo su carrera sino también su identidad personal y profesional. A través de una serie de declaraciones duras, la actriz reveló cómo vivió el encasillamiento y la lucha por recuperar el control sobre su imagen.
“Después de Lost in Translation, todos los papeles que me ofrecían durante años eran ‘la novia’, ‘la otra mujer’, un objeto sexual. No podía salir de ese ciclo”, contó. En ese contexto, comenzó a internalizar esa mirada ajena: “Sentía que pensaban: ‘Ah, supongo que esta es mi identidad como actriz ahora’. Y no había mucho que pudiera hacer con eso… así funcionaba la industria desde siempre.”
Con el paso del tiempo, empezó a reconocer el costo emocional de ese tipo de roles: “Me sentí explotada después de Lost in Translation.” “Me trataron como un objeto sexual”, sentenció. “Los papeles que me ofrecían me encasillaban como un objeto sexual, lo que afectó negativamente mi autoestima y percepción como actriz.”
Además de los castings, también hubo un silencio cómplice por parte de quienes la representaban. “Mis representantes no me ayudaron a cambiar esta situación, porque reflejaban las normas que predominaban en la industria.” “No podía romper ese patrón. Era como estar atrapada en una caja que yo no construí.”
Scarlett Johansson y la lucha contra la objetivación femenina en Hollywood
En sus recuerdos, Johansson describe cómo fue enfrentarse a la presión externa desde muy chica. “A los 17 ya me estaban evaluando por cómo me veía, no por lo que decía”, aseguró. “Ser sexualizada desde joven me hizo cuestionar mi propio valor como artista. La idea de que mi valor estaba ligado a cómo me veía era completamente limitante.”
Incluso en situaciones cotidianas, notaba cómo su apariencia era tema de conversación constante. “Había personas que describían mi cuerpo… y no esperabas que eso fuera lo que se llevaban de una conversación.”
“¿Estuvieron mirando mis labios todo el tiempo? Qué grosero”, señaló, marcando el grado de incomodidad al que era sometida. Y en entrevistas, el foco parecía estar siempre mal dirigido: “Recuerdo estar sentada en entrevistas y pensar: ‘Esto no es de lo que quería hablar’.” “Cada pregunta reforzaba la idea de que lo importante era mi cuerpo.”
Frente a ese panorama, buscó refugio y fuerza en su evolución personal. “Pasar a ser adulta era un capítulo nuevo y emocionante: descubrís tu sexualidad, tu atractivo, y eso es parte de tu crecimiento.”
Pero incluso en esa libertad apareció la duda: “Usás la ropa que querés, te expresás, y de repente te das vuelta y decís: ‘Pará, siento que estoy siendo’… no quiero decir explotada, porque es una palabra muy fuerte.”
Con el tiempo, esa duda se transformó en certeza: “Mirando hacia atrás, me di cuenta de que fue un tipo de explotación.”
Johansson también reflexionó sobre las secuelas que deja esa mirada constante sobre el cuerpo de una artista. “Este ciclo de objetivación puede vaciarte creativamente.” “Hay una vulnerabilidad muy grande en ser reducida a un cuerpo, cuando una fue entrenada para habitar muchas perspectivas distintas.” “Es como estar actuando incluso cuando no estás en un set.”
El deseo de ser vista más allá de su apariencia marcó un punto de quiebre: “Quería que me vieran por mi trabajo, no solo por mis curvas.” Y en esa necesidad de afirmarse, encontró el motor para tomar las riendas de su carrera: “Esa realización fue dolorosa, pero también empoderante: me empujó a dirigir y escribir mis propias historias.” “Hoy me siento más libre de elegir, y no necesito complacer a nadie.”
Johansson cerró con un mensaje claro y cargado de propósito: “No quiero que ninguna otra actriz tenga que pasar por lo mismo para poder ser tomada en serio.”
