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¿Quién dice que la derecha no está organizada?

Columna de opinión de Cynthia García y Pablo Di Pierri sobre Juntos por el Cambio, las operaciones mediáticas y el Poder Judicial

Miércoles, 14 de septiembre de 2022 a las 09 17,

La clase dominante precede en organización a los sectores populares. Por eso, a menudo la militancia plebeya siente que la derecha no descansa, cuando en realidad se trata de que los dueños de todas las cosas manejan también el tiempo y saben anticiparse, como en el ajedrez, a la jugada del adversario.

Claro que tampoco su coordinación es total y por eso, cada tanto, aparecen anomalías. El peronismo, sin dudas, la más potente.

Esta introducción apunta a comprender los movimientos de Juntos por el Cambio en sinergia y sincronización con los grupos económicos, las corporaciones mediáticas, el Poder Judicial y el clima neofascista que cultiva sujetos como Sabag Montiel. Todo, mientras la coalición oficialista camina a tientas por el tembladeral financiero, con pragmatismo ideológico y debilidad política.

Anoche, el gobernador de Jujuy y carcelero de Milagro Sala, Gerardo Morales, lanzó su candidatura presidencial por la UCR con el anuncio de la reforma constitucional en su provincia. Esa iniciativa no contempla la habilitación de un tercer mandato para quien conduzca el distrito pero elimina la figura del indulto para quienes permanezcan presos por cortar rutas o estén acusados de delitos de corrupción. Morales, el que esculpió una Corte Suprema desde la Legislatura jujeña, a la medida de la persecución criminal y detención arbitraria de la líder de la Tupac Amaru, ahora forja una Constitución para que Milagro siga presa.

La cuestión no debe aislarse en las inmediaciones de la Quebrada de Humahuaca. No solo porque Morales haya hecho de Jujuy un laboratorio del Lawfare ni porque dispute la interna de Juntos por el Cambio con Horacio Rodríguez Larreta, sino porque esos deslizamientos repercuten también en el oficialismo.

Por un lado, el gobierno todavía se ilusiona con la posibilidad de que Sergio Massa “encarrile” (entre miles de comillas) la economía. Ahí están las tapas de los diarios, celebrando la cosecha de elogios de parte del FMI por el ajuste en curso y el pedido de la Secretaria del Tesoro norteamericano, Yanet Yellen, para que se profundicen los recortes.

Y por otro, el fulgor del reseteo que vivió el activo militante kirchnerista por la estridencia del fiscal Diego Luciani en la causa vialidad, las vigilias plebeyas en el domicilio de la vicepresidenta Cristina Kirchner y la movilización de la angustia tras el atentado en su contra.

En ese contexto, la eventual candidatura de Morales zamarrea a la oposición. Obliga a Mauricio Macri a definirse sobre la posibilidad de habilitarles la compulsa a Rodríguez Larreta y Patricia Bullrich, taponando la oportunidad de una fórmula encabezada por el radicalismo, o postularse él mismo, obturando a cualquiera por derecha.

Si la última opción fuera urdida por el ex Presidente, habría que preguntarse por el destino de la intención de voto que acumula Javier Milei. La encuesta de Zuban Córdoba publicada el último domingo arroja un saldo de 32 por ciento de sufragios para Juntos por el Cambio; 25,9 por ciento para el Frente de Todos; y 24,5 para Milei. Atención: Milei todavía retiene un cuarto de la intención de voto en las encuestas.

Ante semejante escenario, el kirchnerismo difícilmente renuncie a su derecho a ser representado por su jefa política en la contienda democrática. Por eso, y a pesar de la complejidad de la etapa, hasta que se produjo el ataque a la ex Presidenta proliferaban voces de dirigentes sindicales, sociales y políticos que clamaban por su nombre al tope de la boleta 2023.

Si el Frente de Todos se encolumnara bajo esa apuesta, Massa podría reservarse un turno, como le sugieren en el Frente Renovador, para 2027. La timba contra la eternidad es el privilegio de los que no pisan el volcán del presente.

Sin embargo, el panorama todavía es brumoso. Tanto que el peronismo otea el horizonte y se pregunta si tal vez no tiene que ungir un candidato que esté dispuesto a perder con honor. Para eso, tiene su campeón: el bueno de Daniel Scioli es un Quijote probado en batalla.

El tablero emerge así de confuso porque, como se ha repetido hasta el hartazgo, el poder del establishment reduce la potencia de la democracia: la representación social de los dirigentes políticos se esculpe en un casting con lógica ondemand.

Y así como durante buena parte del gobierno en curso se discutió la política con argumentos económicos, ahora impera una lastimosa aceptación sobre la subordinación militante al itinerario económico y una discusión política que oscila entre los tecnicismos jurídicos y la politología de salón. 

Mientras tanto, como cantaban Los Piojos en Reggae de Rojo y Negro, “la violencia se pone fría y te espera sentadita en el cordón”.

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