El acto de juramento de los 23 senadores bonaerenses del 8 de diciembre prometía ser una ceremonia institucional más. Pero terminó convertido en otra postal del doble estándar que atraviesa a parte de la dirigencia política. Diego Valenzuela, exintendente de Tres de Febrero, juró, posó para las fotos y, casi sin que la tinta del acta se secara, pidió licencia. Un movimiento tan veloz como calculado que dejó expuesto lo que muchos ya intuían: su candidatura fue, en los hechos, apenas un trampolín.
Electo por La Libertad Avanza, Valenzuela llegaba al Senado provincial tras haber puesto en pausa su cargo municipal. Pero su permanencia en la banca —y el compromiso con los votantes que lo eligieron— duró lo que un suspiro. Nadie en el recinto alcanzó a ubicarlo en la banca correcta antes de que iniciara el trámite para ausentarse. Y no por razones personales ni de salud: todo indica que prepara su desembarco en un nuevo organismo vinculado a Seguridad y Migraciones dentro del gabinete de Javier Milei.
De denunciar “testimoniales” a protagonizar una
La ironía es tan gruesa que parece escrita por un guionista. Valenzuela construyó buena parte de su discurso político señalando a los intendentes peronistas por las llamadas "candidaturas testimoniales": eso que —según él— era un engaño a los votantes, una maniobra especulativa, una práctica que degradaba la representación.
Pero hoy es él quien encarna, punto por punto, el libreto que tanto criticó. No solo reaparece la figura de la banca usada como trampolín: también emerge la contradicción ética de quien prometió una cosa en campaña y ejecutó exactamente la contraria a los pocos días.
La Legislatura aprobó sin sobresaltos su licencia, pero el episodio dejó una sensación difícil de disimular incluso entre los propios libertarios. Si Valenzuela repetía que “no le gustan las candidaturas testimoniales” y que no estaba “para traccionar votos y luego volver a la Municipalidad”, su fugaz paso por el Senado terminó transformando esas frases en materia de archivo… y de archivo incómodo.
“Nadie resiste a un archivo”: Valenzuela, en sus propias palabras
La contradicción no es un invento opositor. Está registrada, palabra por palabra, en una entrevista que él mismo concedió a Radio La Red meses atrás. Cuando le preguntaron si su candidatura era testimonial, respondió:
—“A mí no me gustan las candidaturas testimoniales. Yo no hago esto para traccionar el voto y después volver a la Municipalidad.”
No sólo eso. Fue por más:
—“Esto lo hago para cambiar profundamente la provincia, llevar las ideas de la libertad, armar proyectos, equipos técnicos, la Ley Bases bonaerense…”
Y remató con tono épico:
—“Quiero subir el nivel del debate, llevar mi experiencia de nueve años en Tres de Febrero a un escenario más grande.”
Todo ese compromiso institucional, toda esa épica de transformación… se evaporó en cuestión de minutos cuando pidió licencia apenas terminada la ceremonia.
Una práctica cada vez más extendida en LLA
Lo de Valenzuela no es un caso aislado. Las últimas elecciones nacionales y provinciales dejaron una lista larga de candidaturas testimoniales en las filas libertarias. Manuel Adorni ganó en la Ciudad pero nunca asumió su banca, porque siguió en el Gobierno… y ahora incluso ascendió a jefe de Gabinete. Diego Santilli también engrosó la lista de los que ganan, pero no ejercen.
Pero el caso Valenzuela tiene un condimento extra: él mismo dedicó meses a denunciar esta práctica. Y terminó protagonizándola con precisión quirúrgica.
Una banca vacía y una pregunta que no se quiere responder
En Tres de Febrero, Rodrigo Aybar Perlender asumió como intendente. Pero ningún reemplazo administrativo alcanza para ocultar el fondo del asunto: los vecinos se quedaron sin el senador que eligieron y con una duda legítima que el libertario no termina de contestar.
¿Alguna vez tuvo intención real de representarlos?
La respuesta parece escrita en la velocidad con la que dejó su banca. Y en el silencio que siguió después.