Este miércoles 30 de abril, Netflix estrenó la serie de El Eternauta, la famosa obra de Héctor Oesterheld, que llega con 6 episodios, cada uno de entre 45 minutos y 1 hora.
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Esta adaptación, esperada por muchos, es una oportunidad para redescubrir la historia de uno de los cómics más importantes de la literatura argentina, mientras se celebra su relevancia tanto en el país como a nivel internacional.
El Eternauta, que en su versión original fue publicada en 1957, sigue siendo un referente en el cómic mundial.
La historia de la invasión extraterrestre en Buenos Aires, la lucha por la supervivencia y la resistencia, transcendieron generaciones.
Pero hay algo más que convierte a esta obra en un símbolo: la historia detrás de su autor. Héctor Oesterheld, al igual que sus cuatro hijas, fue desaparecido durante la última dictadura cívico-militar, convirtiendo su figura en un emblema de la lucha por la memoria y la justicia.
Y en este contexto, el estreno de la serie se convirtió en una oportunidad para no solo revivir la obra, sino también para recordar a Oesterheld y su trágica desaparición.
Más allá de los televisores y las plataformas de streaming, hubo una acción en las calles de Buenos Aires que hizo visible lo que a menudo se olvida: el dolor detrás de la figura de Oesterheld.
En varios puntos de la Ciudad, los carteles del estreno de El Eternauta fueron intervenidos con fotos de la familia Oesterheld y textos que recordaban su historia y la de sus hijas, desaparecidas durante la dictadura.
Así, se visibilizó su tragedia personal junto al lanzamiento de la serie. La intervención buscó visibilizar la tragedia personal detrás de la obra, recordando que Oesterheld no solo fue un gran escritor y creador, sino también una víctima más de la dictadura.
Con esta intervención, quienes la organizaron buscaron que la gente no pasara de largo frente a los carteles, sino que se detuviera un momento a pensar en todo lo que representa El Eternauta y en lo que vivió su creador.
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La imagen de Oesterheld y su familia, que se coló entre las publicidades comerciales, reclamó visibilidad en un espacio donde, por lo general, las tragedias personales suelen quedar ocultas.
Es un recordatorio de que, más de 40 años después, la memoria sigue viva, y no solo a través de los libros y las series, sino también en las calles, en los carteles que atraviesan la ciudad.
En cada esquina, en cada afiche, hay una historia que merece ser contada. Y la de Oesterheld es una de esas historias que nunca debemos olvidar.