Los Fabulosos Cadillacs, una de las bandas más icónicas del rock latinoamericano, confirmó un nuevo show en Buenos Aires: el próximo 13 de diciembre se presentarán en el Estadio Ferro Carril Oeste. Esta fecha marcará uno de los recitales en Argentina más esperados del año donde miles de fanáticos celebrarán una noche única llena de clásicos, nostalgia y fiesta.
Las entradas ya están disponibles exclusivamente a través de la plataforma Enigma Tickets.
Con más de tres décadas de trayectoria, los Cadillacs supieron abarcar distintos géneros mezclando ska, rock, reggae y cumbia con letras que ya forman parte del cancionero popular. Éxitos como Matador, Mal Bicho, El Satánico Dr. Cadillac y Vasos Vacíos son algunos de los clásicos que vamos a disfrutar en esta fecha histórica.
Precios entradas fase 2:
Campo: $45.000 + cargo por servicio
Platea Sur Preferencial: $95.000 + cargo por servicio
Platea Sur: $85.000 + cargo por servicio
Sr. Flavio, el cuerpo que casi se detuvo
A pesar de sus letras enérgicas y su espíritu explosivo sobre el escenario, la historia de Los Fabulosos Cadillacs también es una historia de resistencia. Sr. Flavio lo vivió en carne propia. “Desperté y no podía mover mi brazo derecho, pensé que nunca más volvería a tocar”, confiesa, describiendo uno de los momentos más críticos de su vida.
El bajista relató que sufrió un daño cervical congénito y degenerativo que terminó por cortar los nervios encargados de la movilidad fina de su mano derecha. “Un día me desperté y me di cuenta de que no podía moverla”. Aunque es zurdo, utilizaba esa mano para tocar y realizar actividades cotidianas. En medio del shock y el dolor, el vínculo con la banda se volvió vital. Vicentico lo apoyó sin dudar: “Si no estás listo, paramos, porque Los Cadillacs no existen sin ti”. Esa frase selló no solo una amistad, sino también un compromiso artístico profundo.
Rotman y Vicentico: la contracultura como hogar
Sergio Rotman, guitarrista y saxofonista de los Cadillacs, no se guarda nada cuando habla de la industria, la modernidad o incluso su propio legado. “Somos un montón de más, ese es el problema. Tenemos una sarta de tarados alrededor... no se puede hablar de lo más mínimo”, dispara, criticando el exceso de exposición y el ruido actual de las redes.
En un tono nostálgico, evoca los días en los que el consumo digital tenía límites: “En 2002, cuando mi hijo tenía 3 años, yo me levantaba a la mañana, me sentaba en la compu y dedicaba cuarenta y cinco minutos a ver qué discos me bajaba por Megaupload y Rapidshare. Miraba los mails, me iba y hasta la noche no volvía a conectarme. Ahora es cien por cien todo el tiempo; es cualquiera”.
Sobre su paso por la música, su mirada es tan contundente como humilde: “Es algo totalmente anecdótico. Yo no tengo una carrera de cuarenta años ni ahí, lo que hago hace cuarenta años es tocar en vivo”.
Por su parte, Vicentico se mueve en un plano más abstracto. Para él, la identidad artística no es una construcción, es una especie de estado intangible: “No es nada Vicentico. Y a la vez, es un personaje que canta canciones”. Rechaza la idea de personaje: “Es como un espíritu que tiene un montón de aristas patéticas, idiotas. A la vez, tiene toda la ternura que tiene el patetismo de los artistas”.
Cuando intenta definirse, lo hace con poesía urbana: “Yo soy un día medio nublado en el puerto de Buenos Aires, en los años 30”. Su voz, dice, lo define y lo diferencia: “Tengo una voz que me hace diferente. Y esa voz te puede tocar o puede parecerte un asco, pero es como es. Nunca me escapé de la voz que tengo”.