Esta semana se estrenó Bugonia, la nueva película de Yorgos Lanthimos, un remake de Save the Green Planet! (2003) que debutó en el Festival de Venecia y que marcó un punto particular dentro de la carrera del director griego: es el primer remake que hace y, al mismo tiempo, uno de sus trabajos más explícitos en torno a la paranoia contemporánea. Protagonizada por Emma Stone y Jesse Plemons, la historia sigue a dos conspiranoicos que secuestran a una poderosa CEO farmacéutica convencidos de que es una alienígena infiltrada en la Tierra.
Desde ScreenRant definieron a la película como “un giro fuerte dentro de la filmografía de Lanthimos”, señalando que el director “abandona parte de su frialdad habitual para centrarse en un estudio de personajes más profundo”. El medio también subrayó que, más allá de su premisa absurda, Bugonia plantea “una reflexión inquietante sobre la necesidad humana de encontrar a alguien a quien culpar cuando el mundo parece incomprensible”.
En Screen Daily, en tanto, destacaron el tono satírico y grotesco del film, al que describieron como “hilarante, incómodo y ferozmente político”. Sobre las actuaciones, remarcaron que Stone y Plemons están “formidables en lados opuestos de una grieta ideológica irreconciliable”, y celebraron un cierre “radical y desconcertante”.
La mirada de Vulture fue más melancólica. Allí señalaron que Bugonia podría ser “la película más triste de Lanthimos”, no por su historia explícita sino por la sensación de derrota que atraviesa a los personajes, quienes “ya no parecen monstruos abstractos, sino personas que podrían existir en el mundo real”. Para el medio, el impacto emocional no recae en la transformación de los protagonistas, sino en “la incomodidad progresiva del espectador”.
Desde Deadline, en cambio, el tono resultó más celebratorio. Definieron a la película como “un regreso a la mejor forma del director”, subrayando su pertinencia en la era de la desinformación y los discursos extremos. Sobre Plemons, destacaron una interpretación “desatada, perturbadora y extrañamente humana”, mientras que de Stone remarcaron su capacidad para sostener un personaje “impenetrable y amenazante sin necesidad de gestos grandilocuentes”.
Por último, El Mundo fue más severo y describió a Bugonia como “arrogante, incómoda y brutal”, una película que aborda la lucha de clases, el poder corporativo y los bulos “no desde la sutileza, sino desde el exceso y la provocación directa”.
Las declaraciones de sus protagonistas
La nueva película dirigida por Yorgos Lanthimos parte de un punto poco habitual en su carrera. “Lo curioso es que yo no conocía la película de Jang Joon-hwan”, explicaba el director. Ese desconocimiento funcionó como ventaja: “Entré al proceso recibiendo un gran guion… fue un regalo y una hoja en blanco limpia”.
La conexión con el cine coreano apareció desde otro lugar. Lanthimos recordaba su paso por el jurado de Cannes: “Estuve en el jurado cuando le otorgamos la Palma de Oro a Parasite”. La valoración fue inmediata: “Es una película increíble que todos amamos; la decisión fue unánime desde el primer momento”. Entre las referencias que mencionaba, sumaba otra influencia clara: “También nombraría el cine de Park Chan-wook”.
Desde el guion, Will Tracy explicaba por qué la historia original admitía una nueva lectura. “Ari Aster sintió que yo podía encontrar algo en la premisa de la película original que resultara adaptable a un tipo de película nueva y diferente, ambientada en la América contemporánea”.
El lenguaje vuelve a ocupar un lugar central en el universo de Lanthimos. “En cualquier historia que cuento, siempre me interesa cómo las interacciones de las personas consigo mismas o con otros afectan su naturaleza”, decía. Ese interés se traduce en situaciones extremas: “Trato de crear una estructura donde pueda estirar a los personajes y revelar cosas más profundas sobre cómo se entienden entre sí y cómo se comunican”.
Para el director, el problema no es solo qué se dice, sino cómo se dice. “Las personas pueden decir las mismas palabras y querer decir cosas completamente distintas”. En un contexto atravesado por la tecnología, advertía: “La velocidad con la que consumimos palabras puede volver el significado algo muy abstracto”.
La ambigüedad también aparece en lo que no se dice. Lanthimos señalaba un cambio puntual respecto al guion original: “La línea que dice Casey es algo así como ‘Perdón por lo que haya pasado’”. La decisión fue clara: “No hacer explícito lo que ocurrió fue algo que se cambió”.
El personaje de Teddy condensa buena parte del conflicto social del film. Will Tracy lo definía así: “Es alguien que creó un relato que no es completamente falso”. El problema aparece después: “No recibió un relato mejor y verdadero por parte de quienes detentan el poder”. El resultado es frustración: “Hay mucho hablar, pero no pasa nada”, y una sensación persistente de abandono. “Fue abusado por un sistema que sigue hablando sin hacer nada”.
Sobre el tono general, Tracy marcaba un límite: “Ojalá la película no se sienta prescriptiva”. La intención no fue ofrecer respuestas cerradas.
En ese esquema se cruza Michelle, interpretada por Emma Stone. La actriz describía el contraste sin rodeos: “Michelle es corporativa y estructurada; su forma de salvar el mundo es arreglarlo con una pastilla”. Frente a ella, Teddy funciona desde otro registro: “Es como un nervio expuesto”. “Es lógica contra un corazón que late”, resumía.
La dificultad para escucharse aparece como uno de los núcleos del film. Jesse Plemons lo planteaba así: “Hay muy poca escucha”. El mecanismo se repite: “Estamos esperando eso que sabemos que el otro va a decir”. Y el intercambio se rompe: “Entonces decimos lo nuestro”. Para el actor, esa dinámica refleja el presente: “Es una representación muy clara de cómo se relacionan hoy los bandos opuestos”.
Lanthimos insistía en el rol activo del público. “Siempre trato de dejar espacio para que el espectador conecte los puntos por sí mismo”. La película, decía, gira en torno a una tensión básica: “Personas que intentan convencerse unas a otras de su visión del mundo”. A medida que avanza el relato, algo se desplaza: “Cambia a quién le creés en cada situación”.
El final responde a esa misma lógica. “Desde el comienzo, la idea era enfocarse en la intimidad”, explicaba Lanthimos. Evitar el exceso fue una decisión consciente: “Quería evitar el cliché de mostrar el mundo a través de grandes monumentos y paisajes”. El objetivo era otro: “Mostrar la amplitud de la humanidad”.
Para Emma Stone, el cierre no ofrece una única lectura. “Puede resultar esperanzador o devastador”, afirmaba. Los personajes tampoco quedan a salvo de la ambigüedad: “Michelle puede ser una villana, y Teddy también”, pero ninguno queda fijado en un solo lugar. El deseo final es claro: “Ojalá inspire conversaciones… y permita otras perspectivas”.
