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El precio del hambre: comenzó el juicio en La Plata por el asesinato de un adolescente que cazaba para sobrevivir

La sala del tribunal en La Plata se convirtió en escenario de un drama profundamente humano. Lágrimas, voces quebradas y un grito de justicia que nació de la desesperación. Un juicio oral que no solo acusa a un empresario, sino que exhibe sin filtros la cara más brutal del hambre y la desigualdad.

Miércoles, 07 de mayo de 2025 a las 00 21

Por Redacción

Miércoles, 07 de mayo de 2025 a las 00:21

Alex Campo tenía 16 años. Era uno de tantos jóvenes olvidados por el sistema, de esos que la pandemia empujó aún más al abismo. Aquella mañana del 24 de mayo de 2020, mientras el país entero estaba confinado, Alex salió con un grupo de amigos a cazar liebres en un campo de Cañuelas. No buscaban deporte. No era ocio. Era hambre. Cazaban para comer.

Pero nunca regresó.

Hoy, en un juicio que estremece hasta al más curtido, el empresario Pablo Sánchez enfrenta cargos por atropellar y matar a Alex con su camioneta 4x4. Lo acusan de homicidio simple, aunque la querella insiste en que fue un acto de alevosía. El muchacho, aseguran, fue aplastado sin previo aviso, sin posibilidad de defensa, y con frialdad extrema.

Una jornada que heló la sangre

Durante la segunda audiencia, el tribunal escuchó a familiares, amigos y testigos. Cada palabra pronunciada fue una puñalada en la conciencia colectiva. José Luis Cabañas, uno de los jóvenes que estaba con Alex ese día, relató con la voz temblorosa cómo apareció de pronto la camioneta: “No la vimos venir. Estábamos cazando, sin armas, con los perros. La tierra estaba pelada. De pronto apareció, y lo atropelló. Lo agarró con una rueda adelante y otra atrás”.

El relato se volvió aún más insoportable cuando aseguró que Sánchez, al ver al adolescente tendido y herido de muerte, simplemente les dijo: “Agarren el cuerpo y váyanse”. Cuando le rogaron ayuda, se negó.

Agustín Cabañas, hermano de José Luis, confirmó que Alex no conocía el campo y que el vehículo avanzaba con violencia. “El pasto estaba corto, seco. No había dónde esconderse. Le hablé, pero ya no respiraba”.

El desprecio que duele más que la muerte

Johana Pérez Cortes, tía de Alex, llegó al lugar poco después. Entre sollozos, recordó que Sánchez daba vueltas alrededor del cuerpo, sin bajar del vehículo, y que cuando lo enfrentó, gritándole: “¡Me mataste a mi sobrino!”, él respondió sin titubeos: “Está bien muerto por chorro”.

Un silencio sepulcral invadió la sala tras su testimonio. No había palabras que pudieran justificar tanta frialdad. Carlos Duhalde, otro tío de Alex, reforzó esa imagen de indiferencia. “Nunca se bajó. Lo vimos ahí, mirando como si nada”.

Ciencia forense frente a la tragedia

Los médicos forenses Natalia Iriarte y Ricardo Lazarte confirmaron lo que el testimonio ya había dejado claro: la muerte fue brutal. Alex sufrió una hemorragia masiva, fracturas múltiples, desgarros internos. Murió desangrado, apenas con unos minutos de agonía. Sin auxilio. Sin ayuda. Solo.

Aunque los peritos no pudieron confirmar con certeza técnica si fue aplastado por las ruedas, los testimonios presenciales mantienen firme esa acusación.

Un juicio que grita por justicia

El cierre de la jornada llegó con la declaración de Mario Miceli, vecino y amigo de la familia. Dijo que conocía a Alex desde que nació, y que cazar liebres era parte de su día a día: un recurso desesperado para llenar un plato. “Nunca llevó un arma. Lo hacía por necesidad”, dijo.

Y en ese detalle se condensa todo: no era delincuente, no era invasor. Era un pibe con hambre. Un chico como tantos otros a quienes la pobreza convierte en blanco fácil, incluso de la muerte.

Este miércoles 7 de mayo el juicio continúa. Pero hay una verdad que ya pesa más que cualquier sentencia: Alex no murió solo por un atropello. Murió por ser pobre. Por tener hambre. Por haber nacido del lado equivocado del país.

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