La alarma se disparó luego del cierre confirmado de la sucursal en Ramos Mejía, partido de La Matanza, lo que anticipa que otras oficinas podrían estar en riesgo. El argumento oficial para cerrar esa sede fue el alto costo de las tasas municipales en La Matanza, pero detrás hay una estrategia más profunda para reducir la estructura operativa del banco a nivel nacional. Según el dirigente Diego Lagrange, están preparados para resistir cualquier intento de cierre en La Plata, donde funcionan siete sucursales que emplean a unas 200 personas, y fue contundente: “No vamos a permitir despidos ni cierres que dejen a la población sin acceso a servicios financieros”.
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El impacto social de los cierres sería devastador. Hay barrios como Berisso y Los Hornos, donde viven más de 100 mil personas, y el Banco Nación representa la única presencia bancaria relevante. El cierre de esas sucursales dejaría a amplios sectores de la población sin acceso a servicios financieros básicos, profundizando desigualdades y exclusión.
Este no es un problema aislado. El Banco Nación ya intentó cerrar oficinas en provincias como La Pampa, donde finalmente avanzó con la clausura de una gerencia zonal. Además, persisten los intentos del Gobierno por transformar al Banco Nación en una sociedad anónima, aunque este proceso está frenado por una medida cautelar del juez Alejo Ramos Padilla.
Los números desmienten el argumento de la ineficiencia. Según datos oficiales, menos del 5% de las sucursales opera por debajo del punto de equilibrio; en la provincia de Buenos Aires, ese porcentaje es aún menor, por debajo del 1%. De hecho, de las más de 220 sucursales en el territorio bonaerense, solo dos registran pérdidas, las cuales se compensan si se considera el balance social del banco: inclusión financiera, desarrollo local y apoyo a las economías regionales.
El posible avance de recortes no solo tendría consecuencias sociales, sino también políticas. Las sucursales en riesgo atraviesan municipios de diferentes colores políticos, desde Unión por la Patria hasta el PRO, lo que podría desatar nuevos conflictos en la ya frágil convivencia entre los socios del oficialismo.
En definitiva, cerrar sucursales del Banco Nación es un profundo error. Este banco cumple un rol estratégico que va mucho más allá de la rentabilidad financiera: garantiza el acceso al crédito, sostiene a las pequeñas economías, llega donde la banca privada no llega y fortalece el entramado social y productivo del país. Las autoridades y la sociedad deben entender que defender al Banco Nación es defender a millones de argentinos que dependen de él.
