En un acto con fuerte carga simbólica y política, Cristina Fernández de Kirchner volvió al centro de la escena este 25 de mayo. Lo hizo desde el Polo Deportivo y Cultural Saldías, donde desplegó un encendido discurso cargado de críticas al gobierno de Javier Milei y a las ideas del liberalismo que hoy dominan la agenda oficial.
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“¿Quién se va a acordar de estos tipos dentro de 20 años?”, lanzó con ironía y desafío, marcando desde el inicio el tono confrontativo de su intervención. Su blanco principal: la supuesta falta de legado tangible de la gestión libertaria.
“No construyeron nada, ni una puta escuela, un puto edificio ni un puto monumento. Su única obra es cambiarle el nombre a lo que otros hicieron o denostar. Qué mediocres y chatos”.
La frase desató una ovación entre los militantes presentes y funcionó como eje vertebrador de su exposición: el contraste entre una gestión que —según ella— construyó sentido y una que solo destruye símbolos ajenos.
Kirchner también defendió con énfasis el rol de la cultura como herramienta de disputa política. “La cultura popular representa a los sentimientos sociales”, afirmó, evocando el pañuelo blanco de las Madres de Plaza de Mayo como ícono de resistencia y memoria. En esa línea, recordó cuando Néstor Kirchner ordenó bajar los cuadros de Videla y Bignone: “Eso también era crear cultura”, señaló.
Uno de los pasajes más filosos fue su referencia al canal infantil Paka Paka, donde denunció un intento de “blanqueamiento” simbólico:
“Me lo quieren poner a Zamba más clarito, no morocho, me lo han maquillado y en cualquier momento aparece de ojos celestes”.
El comentario fue interpretado como una denuncia a los esfuerzos por suavizar o vaciar de contenido popular y diverso a las expresiones culturales del Estado.
Hacia el final, volvió sobre la idea de legado e identidad:
“Creadores de cultura… de acá, ¿quién se va a acordar de estos tipos dentro de 20 años?”, repitió, dejando en claro su visión: lo que permanece en el tiempo no son los nombres impuestos por marketing, sino aquello que conecta con el pueblo.
Así, Cristina Kirchner buscó reposicionarse en el centro del debate público, reafirmando su papel como figura referencial de una narrativa política y cultural que no se resigna a ser borrada.
Cristina y el 25 de mayo: un recuerdo que se convierte en advertencia
En el marco del acto por el 25 de mayo, Cristina Fernández de Kirchner revivió uno de los momentos más significativos de su historia personal y política: la asunción presidencial de Néstor Kirchner en 2003. “Dios quiso que Néstor asumiera un 25 de mayo”, dijo con la voz cargada de emoción, vinculando la fecha patria con el inicio de una etapa que —según destacó— representó una profunda reconstrucción del Estado y una expansión de derechos sociales.
Ese recuerdo, lejos de ser solo nostálgico, funcionó como una advertencia. Para Cristina, todo lo que comenzó aquel día está hoy en peligro. Sin nombrarlo directamente, acusó al gobierno actual de desmantelar el legado kirchnerista, tanto en lo material como en lo simbólico.
El escenario del acto también dejó un mensaje claro: la expresidenta no se retira. Aunque no confirmó ninguna candidatura para las próximas elecciones legislativas, su discurso tuvo el tono de una dirigente que se mantiene en pie de lucha. Consciente de su peso en el tablero político, Cristina dejó entrever que está dispuesta a pelear —una vez más— por el rumbo del país, desde las urnas o desde la disputa cultural.
En definitiva, su evocación del 25 de mayo de 2003 no fue solo un homenaje a Néstor Kirchner, sino una forma de reafirmar que la historia no está cerrada… y que ella sigue dispuesta a escribirla.
