El video en el que el ministro de Justicia, Mariano Cúneo Libarona, ofrece contactos judiciales y apoyo mediático a un activista extranjero denunciado por abuso sexual no solo es grave: es alarmante. Exhibe sin pudor una trama de favores estatales, tráfico de influencias y desprecio por la institucionalidad. Pero lo más inquietante no es lo que se ve, sino la reacción del Gobierno: Javier Milei decidió mirar para otro lado y, como ya es costumbre, apuntar contra quienes difundieron la información en lugar de dar explicaciones.
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Las imágenes muestran a Cúneo Libarona reunido con Tim Ballard, un exagente estadounidense acusado de múltiples abusos, mientras le promete ayuda judicial y mediática para limpiar su imagen. Nada de eso parece haber generado conmoción en Balcarce 50. Por el contrario, el Ejecutivo respaldó al ministro y calificó la reunión como “oficial”. Según trascendió, los fragmentos publicados por los periodistas Jorge Rial y Mauro Federico estarían “editados”. La excusa es insostenible: el problema no es la edición del video, sino el contenido explícito que revela una promiscuidad inaceptable entre el poder político y un personaje internacionalmente cuestionado.
Guillermo Francos, jefe de Gabinete, llegó al extremo de declarar que no vio el video y, aún así, defendió al ministro. Para justificarlo, desvió el tema con un caso aislado de falsa denuncia de abuso, sin conexión alguna con Ballard. La banalización de los delitos sexuales y la liviandad con la que se responde desde lo más alto del Gobierno profundizan el escándalo.
La oposición pidió la renuncia de Cúneo Libarona, pero desde el oficialismo aseguran que no habrá sanciones. No se trata solo de blindar a un funcionario: es una señal clara de cómo se ejerce el poder. La permanencia del ministro parece responder más a pactos internos que a cualquier evaluación ética o institucional. Incluso se especula con que su nombre sería parte de una futura reconfiguración del Gabinete luego de las elecciones de octubre.
Lo más irónico de todo es que Cúneo Libarona es una representación perfecta de esa “casta” que Milei prometía enfrentar. Vínculos con el menemismo, paso por causas oscuras como AMIA o el caso Lourdes Di Natale, denuncias de encubrimiento y manipulación judicial. Nada de eso impide que hoy sea uno de los hombres más cercanos al Presidente.
El video con Ballard es solo la muestra más reciente de un patrón que ya no sorprende: naturalizar lo intolerable y proteger a los propios, aunque eso implique cruzar todos los límites institucionales y morales. El silencio oficial no es prudencia: es complicidad.