En un gesto que el Gobierno leyó como una señal de distanciamiento, Villarruel advirtió públicamente que no podrá intervenir en una eventual votación empatada, dejando al oficialismo sin un posible desempate clave.
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“Solo pueden votar los senadores, yo no estoy habilitada para votar ni desempatar”, expresó la titular del Senado en su cuenta de X, citando el artículo 77 de la Constitución Nacional. Su aclaración, lejos de ser solo una nota técnica, cayó como una advertencia que desnuda la falta de coordinación política con la Casa Rosada.
La interna se agudiza en un momento crucial para el Gobierno, que busca concretar una victoria legislativa con un proyecto que prohíbe la candidatura de personas condenadas en segunda instancia por delitos contra la administración pública. La ley requiere mayoría absoluta: 37 votos afirmativos. En las últimas semanas, el oficialismo había festejado el aparente respaldo de senadores de Santa Cruz, pero ese optimismo se desdibujó ante las señales de rebeldía de algunos legisladores provinciales del PRO.
Desde el entorno presidencial apuntan al macrismo por la posible caída de la sesión. Funcionarios del Ejecutivo acusan al PRO de especular con el fracaso del tratamiento para capitalizarlo electoralmente en la Ciudad de Buenos Aires, donde Silvia Lospennato —quien originalmente impulsó la norma— podría posicionarse como abanderada de la transparencia.
Sin embargo, la preocupación central no pasa solo por los números, sino por la creciente distancia entre Milei y Villarruel. Según se supo no hubo comunicación entre la vicepresidenta y el Ejecutivo en los días previos a la sesión. En Balcarce 50 interpretan el silencio como un signo inequívoco del enfriamiento del vínculo político. “Es poco probable que la iniciativa avance con esta composición del Senado”, admitieron fuentes oficiales.
El gesto de Villarruel no fue interpretado como una simple exposición legal, sino como un mensaje político. Con una estructura libertaria aún frágil en el Congreso, la vice se diferencia del estilo confrontativo del Presidente y construye su propio capital institucional. Mientras tanto, el oficialismo navega entre la incertidumbre legislativa y las grietas internas que comienzan a desbordar hacia la opinión pública.
El futuro de Ficha Limpia se entrelaza así con un conflicto de poder cada vez más abierto entre los dos máximos referentes del oficialismo. La ley, que busca moralizar el sistema político, terminó convirtiéndose en el espejo de una interna que promete escalar.