La autopartista Dana bajó la persiana de su planta en Naschel y dejó a 50 trabajadores sin empleo de un día para el otro. La noticia llegó sin aviso previo y tomó por sorpresa a todo el personal.
La empresa aseguró que pagará la indemnización completa. Pero el impacto no termina ahí: la UOM advirtió que otros 40 puestos indirectos también quedarán comprometidos en la zona.
Dana llevaba tres décadas instalada en San Luis. Se dedicaba a fabricar piezas de transmisión y autopartes para el mercado de reposición, después de haber sido proveedora de terminales automotrices en otros años.
Dana cerró su planta en Naschel y despidió a todo el personal
El cierre se confirmó el lunes por la noche. Según medios locales, varios operarios se enteraron por mensajes de WhatsApp enviados cuando la decisión ya estaba tomada por la casa matriz en Estados Unidos.
Frente a ese escenario, el Gobierno provincial avisó que acompañará a los empleados durante la transición.
Funcionarios de Relaciones Laborales e Industria se presentaron en la fábrica para conversar con los trabajadores y evaluar los pasos a seguir.
La empresa afirmó que impulsará un plan de reconversión laboral para quienes quedaron afuera. La Provincia también se comprometió a colaborar en ese proceso para facilitar la reinserción de los despedidos
Pero entre los trabajadores hay enojo y desconfianza. Muchos apuntan contra la conducción sindical y señalan que se enteraron del cierre a último momento, sin margen para organizarse ni discutir una respuesta común.
Es una crítica que se repite en distintas fábricas del país cada vez que aparecen despidos o recortes encubiertos.
El cierre de Dana también reaviva el debate sobre el escenario laboral que se viene. La discusión por una nueva reforma impulsada desde el FMI despierta temor entre los operarios: pérdida del salario básico, banco de horas, mayor flexibilización y jornadas más largas.
En un contexto de recesión industrial, para muchos estos cambios no significan “modernización”, sino más precarización.
Mientras tanto, en San Luis la incertidumbre manda. Las familias afectadas buscan alternativas, los talleres de la zona ya sienten la caída en la actividad y la comunidad intenta asimilar un golpe que nadie esperaba.
La preocupación es la misma que recorre buena parte del país: cómo sostener el trabajo cuando las plantas cierran, las inversiones no llegan y los costos se llevan por delante a la producción.