Luego de los rumores y sospechas, finalmente Divididos confirmó su esperado regreso a los estadios para el 2026 .
El grupo tocará el 9 de mayo de 2026 en el Estadio Ferro, donde presentará su próximo álbum, titulado simplemente “Divididos”, un gesto que condensó su historia, su identidad y una búsqueda musical que sigue en movimiento.
La banda ya venía dejando señales. Días atrás compartieron un video en sus redes mostrando solo la palabra “Estadio” y el mes de mayo, un guiño silencioso que alimentó la expectativa entre sus seguidores.
El show tendrá venta de entradas desde el miércoles 17 de diciembre en Enigma Tickets, con una preventa exclusiva para clientes de Banco Galicia con tarjetas VISA en 6 cuotas sin interés. Todo en la web de Enigma Tickets en este enlace.
Ricardo Mollo, introspección, camino y permanencia
A los 66 años, Ricardo Mollo sigue sosteniendo una presencia que trasciende generaciones. Su manera de relacionarse con la música nunca se detuvo y él mismo lo resume con una frase que condensa todo: "Voy a tocar hasta el último día de mi vida". Su historia dentro del rock argentino está cargada de decisiones profundas, búsquedas internas y momentos que marcaron su identidad.
“Cuando uno está solo, en realidad está con uno mismo”, dijo al recordar aquel recorrido de los 90 en el que caminó 54 kilómetros desde Capilla del Monte hasta San Marcos Sierras. Ese viaje, que después lo llevó a Tilcara, se convirtió en un punto de inflexión. Caminó, purificó, sanó. Y entendió algo que cambiaría su manera de estar en el mundo. “Me vi fuera de mi cuerpo por unos minutos. Fue raro. Me fui, volví y vi que era parte de todo. Desde ahí comenzaron a ocurrir un montón de cosas como poder estar tranquilo conmigo”.
Ricardo buscó respuestas desde muy chico. “Yo venía buscando ver quién era yo. Tenía que encontrarme conmigo”, recordó. Ese proceso se cruzó con noches sin dormir después de cada show, con tensiones internas y con una energía que lo desbordaba. También se cruzó con el amor de una forma inesperada: una clase de yoga, unas palabras, y ahí apareció Natalia Oreiro, con quien formó un lazo que sigue firme.
“Mi destino era ser zapatero”, dijo alguna vez, con una sinceridad que desarma. Y ese agradecimiento diario —por no haberlo sido, pero haber tenido la experiencia— convive con otra figura clave en su vida: su padre. “Mi papá está presente siempre. Lo recuerdo todos los días. Cuando murió fue durísimo porque en el 87 muere Luca y en el 88 mi viejo. Eran mis dos referentes”. Entre risas, también recuerda el trabajo forzado al que lo mandó su padre tras dejar la secundaria: jornadas de 6 a 18, una ducha rápida y salida corriendo al ensayo hasta que llegó el segundo disco de Divididos.
En esa línea, su reflexión final resuena como una síntesis de su manera de estar en el mundo. “La muerte no es el asunto sino la cultura del sufrimiento sobre la muerte. No le tenemos miedo a la muerte sino a sufrir. Viví hasta el último instante para hacer lo que te hace bien”, afirmó. Y cerró con una certeza que lo acompaña desde siempre: “Voy a tocar hasta el último día de mi vida. No puedo pensar en la muerte porque estoy vivo”.
