Una de las bandas japonesas más emblemáticas del Post-Rock Instrumental, MONO, sumó una fecha en Argentina en el marco de su tour por Latinoamérica.
El conjunto se presentará el miércoles 22 de abril de 2026 en Uniclub.
Las entradas ya están a la venta en la web de AlPogo en este enlace.
MONO contaba que la dinámica creativa del álbum había cambiado de forma radical, pasando de un control individual a un trabajo verdaderamente colectivo. Recordaban que, cuando les propusieron componer el tema para The Stranger by the Beach, tenían tres candidatos y todos respondían a un mismo impulso emocional: “En ese momento, la aproximación de todas estas canciones era el amor”. También admitían que algunas piezas tenían más instrumentación que en trabajos previos y que incluso corrían con los tiempos: “Venía atrasado con las letras de ‘Zokkon’”. La transformación era evidente: “Con nuestras canciones anteriores siempre sentía que estaban totalmente bajo mi control”, reconocían, aceptando que ese modelo ya no servía.
Esa apertura se traducía en una evolución sonora donde cada integrante encontraba más lugar para intervenir. Uno explicaba que quería llevar las canciones hacia algo “que fuera físicamente más lindo de tocar”, mientras otro admitía con humor: “Tengo mi ego como baterista y siempre quería armar las cosas a mi manera”. Aparecían confesiones tajantes como “Prefiero morirme antes que usar efectos”, que mostraban su terquedad lúdica. Ese cambio se reflejaba con claridad en Soko ni Atta Kara: “Cuando escuché el demo por primera vez sentí una calidez especial”, decía uno de ellos, que sumó guitarra de acero para darle un clima tropical. El asombro también formaba parte del proceso: “Subestimé muchísimo a los otros integrantes”, admitían, mientras contaban cómo compartían demos más simples: “Intenté contenerme y terminar los demos rápido para que los demás pudieran escucharlos cuanto antes”.
El grupo explicaba además que muchas ideas viejas cobraban nueva vida. Sobre Zokkon, uno decía: “Compuse el demo cuando tenía 19 años”, y recordaban que hasta la habían ensayado entonces. El desafío era evitar que sonara antigua: “Habría sonado desactualizada si la tocábamos igual que antes”, razón por la que la reconstruyeron “como si fuera el monstruo de Frankenstein”. El método también cambiaba: ahora llamaban a sus demos “bocetos”, con nombres como “Mar”, “Soledad” o “Pájaro”. Uno recordaba: “Sentía que podíamos grabarla enseguida”, aunque luego aparecía la autocrítica: “Déjame pensarlo un poco más; puedo hacer que esta canción sea todavía mejor”.
Los debates internos completaban el cuadro: “Corría el riesgo de convertirse en una canción súper simple en forma ABAB”, decían, mientras mencionaban influencias que los obsesionaban en el momento: “Estaba muy enganchado con cosas de Sufjan Stevens”. Se reían de sí mismos: “Soy básicamente un imitador”, aseguraban, aunque buscaban que esos guiños no se notaran demasiado. El baterista detallaba su proceso técnico: “Tenía sed de aprender”, relataba, y contaba que una canción partía de un loop de reggaetón. Su objetivo era mezclar lo programado con lo orgánico: “Quería grabar esas partes programadas y a la vez que la batería sonara como una batería real”. También revelaba decisiones quirúrgicas: “El sonido de la caja estuvo superpuesto” y “No quise usar el plato ride”.
Todo ese universo convivía con una lectura sensible del clima social. Comparaban la energía pospandémica y decían: “Este año todo se volvió muy sombrío”, confesando una ansiedad latente: “Solo me sentía un poco ansioso por las cosas”. Aun así, buscaban evitar el derrotismo: “No quería que sonara pesimista”, insistían. Esa emocionalidad también aparecía en las letras: “Quiero estar solo”, afirmaban, explicando luego que existían palabras más precisas para esa sensación: “‘Vacío’ describe un estado mental más complejo”.
Finalmente, hablaban del desgaste que implicó hacer el álbum, especialmente para Tamaoki. “Todos a mi alrededor intentaban ayudar”, recordaba, pero incluso ese apoyo lo agotaba: “Hasta eso me resultaba agotador”. Confesaba que llegó a un punto extremo: “No tenía energía ni para responder a su preocupación”, seguido de un “Llegó a ponerse tan mal que…”, una frase que dejaba clara la intensidad emocional del proceso creativo.
