Una vez más, la delincuencia digital se cobra víctimas en el lugar más inesperado: una madre y su hija, que solo querían vender unos muebles usados, terminaron perdiendo más de cinco millones de pesos en una estafa que indigna por su crueldad y por la impunidad con la que se ejecutó.
Te puede interesar
Todo comenzó con una publicación inocente en Marketplace, la plataforma de compraventa de Facebook. Al día siguiente, apareció un supuesto comprador que no solo fingió interés, sino que tejió una mentira perfecta: dijo haber transferido por error $1.500.000 y envió un comprobante bancario trucho del Banco Santander. A partir de ese momento, la pesadilla empezó.
Con un libreto aprendido de memoria, los estafadores se hicieron pasar por empleados de un banco y convencieron telefónicamente a la jubilada, de 63 años, de que debía acercarse urgentemente a un cajero automático para "solucionar el problema". Pero lo que resolvieron no fue un error: fue el robo de su dinero. En ese cajero de calle 7 entre 70 y 71, guiada paso a paso por los delincuentes, terminó haciendo tres transferencias que sumaron cinco millones de pesos.
Y no fue todo: también involucraron a su hija de 33 años, quien sin saberlo transfirió otros $200.000, creyendo que colaboraba en un trámite bancario legítimo. El engaño fue tan meticuloso como cruel: utilizaron números con característica de Capital Federal, un tono profesional y términos técnicos para dar credibilidad a una operación diseñada para destruirles los ahorros.
Este tipo de estafas no son nuevos. Lo indignante es que se repiten, se perfeccionan y no hay freno. Mientras tanto, las víctimas —como esta jubilada y su hija— quedan desamparadas, estafadas y con la amarga sensación de que quienes deberían protegerlas brillan por su ausencia.