No fue una cuestión de fuerza mayor, ni de imprevistos logísticos. Fue una decisión deliberada: el mandatario optó por retrasar su partida a Europa para asistir a un acto en una universidad privada, dejando de lado el sepelio del primer Papa argentino de la historia.
Te puede interesar
El desaire no pasó desapercibido. Mientras Emmanuel Macron y Luiz Inácio Lula da Silva daban el presente en el Vaticano, Milei llegaba con varias horas de atraso, justo cuando las puertas de la Basílica se cerraban y ya no era posible participar del velorio abierto al público. Su avión, el ARG-01, aterrizó en Fiumicino a las 19:00 (hora local), demasiado tarde para un Presidente que debía representar a su país en un momento histórico.
El retraso fue consecuencia directa de una elección política: Milei decidió interrumpir el duelo nacional decretado por él mismo para asistir a una ceremonia en ESEADE —una universidad fundada por su mentor ideológico Alberto Benegas Lynch (h)—, donde entregó un doctorado Honoris Causa al economista español Jesús Huerta de Soto. Un evento breve, de apenas 20 minutos, que bastó para correr la partida hacia Roma y empañar la imagen institucional del país en el plano internacional.
No solo fue la tardanza. También generó controversia la nutrida comitiva que acompañó al Presidente. Pese a que desde el Gobierno la definieron como “mínima”, incluyó a su hermana Karina Milei, al canciller Gerardo Werthein, al jefe de Gabinete Guillermo Francos, a las ministras Patricia Bullrich y Sandra Pettovello, al vocero presidencial Manuel Adorni y al secretario de Culto, Nahuel Sotelo. Una delegación considerable que, sin embargo, no logró estar a la altura del momento.
Aunque este sábado el Presidente argentino participará del funeral formal en la Basílica de Santa María la Mayor, su ausencia en el sepelio principal ya dejó una marca indeleble. Para muchos, fue una muestra más de improvisación, desinterés o, peor aún, de soberbia ideológica.
El resultado: un papelón diplomático que no solo avergüenza, sino que expone prioridades que distan mucho de las que demanda el rol presidencial en circunstancias históricas.