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Una patria en crisis y un Tedeum que pide volver a mirar al pueblo

En un país donde la palabra “patria” suena cada vez más hueca para muchos, el Tedeum por el 25 de Mayo se convirtió en algo más que una ceremonia litúrgica: fue una interpelación directa a quienes gobiernan.

Domingo, 25 de mayo de 2025 a las 23 00

Por Redacción

Domingo, 25 de mayo de 2025 a las 23:00

En un país donde la palabra “patria” suena cada vez más hueca para muchos, el Tedeum por el 25 de Mayo se convirtió en algo más que una ceremonia litúrgica: fue una interpelación directa a quienes gobiernan. En la imponente Catedral de La Plata, el intendente Julio Alak y el gobernador Axel Kicillof encabezaron el acto central, acompañados por funcionarios, legisladores y vecinos. Pero lo que marcó la jornada no fueron sus discursos, sino las palabras del arzobispo Gustavo Carrara.

Carrara no esquivó el momento: habló del país dolido, de la necesidad de poner a la solidaridad en el centro del modelo económico, y de un poder que debe servir, no servirse. "Tenemos que ponernos al servicio del bien común, especialmente de los más heridos en su dignidad", dijo, en una clara crítica a las políticas que dejan a los sectores más vulnerables al margen.

Kicillof recogió el guante y citó el mensaje del Arzobispo como un llamado de atención. Habló de la importancia de acompañar al pueblo, empezando por los que más sufren. En paralelo, Alak aprovechó para recordar el legado de la Revolución de Mayo, aunque sus palabras sonaron más institucionales que encendidas: “Trabajamos por una ciudad más justa y equitativa, inspirada en los ideales de nuestros próceres”.

La homilía fue un reclamo en voz baja pero firme. Carrara pidió cuidar “con ternura y firmeza” la fragilidad del pueblo, y dejó una frase que resonó más fuerte que cualquier discurso político: “Servir es defender a los que están caídos. Y si el servicio no da alegría, estamos equivocados de camino”.

Mientras el país atraviesa una de sus peores crisis sociales, con cifras alarmantes de pobreza, desempleo y descontento, el mensaje fue claro: no alcanza con recordar la historia, hay que volver a encarnar sus valores. Y hoy, la verdadera revolución sería volver a poner al pueblo en el centro de las decisiones.

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