Sí, necesitan endeudarse para cumplir con una obligación básica. Lo que antes era parte del ritmo natural de las empresas, hoy se convirtió en un desafío financiero de alto riesgo. Las cámaras del sector ya golpean las puertas de los bancos públicos y privados en busca de oxígeno. Algunas respuestas llegaron: el Banco de La Pampa lanzó líneas específicas para aguinaldos, mientras que Banco Galicia ofrece productos para cubrir sueldos y cargas sociales. Pero no alcanza.
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La Confederación Argentina de la Mediana Empresa (CAME) muestra una realidad desigual: las ventas minoristas crecieron un 3,7% interanual en abril, pero cayeron un 1,8% respecto a marzo. El consumo masivo apenas subió un 0,1% en todo un año, según Scentia, y las ventas en supermercados bajaron un 3%. En resumen, no hay plata en la calle. Y cuando no hay consumo, no hay producción. Cuando no hay producción, no hay trabajo. Y cuando no hay trabajo… la rueda se frena.
Mientras tanto, el Gobierno de Javier Milei sigue profundizando su modelo de recorte y liberalización. Esta semana, oficializó la eliminación de programas de apoyo al sector pyme, con el argumento de que son "ineficientes" e interfieren en el libre mercado. El resultado: más de 12.000 empresas cerraron desde que asumió la actual administración, según estimaciones privadas.
El frente externo no ayuda. En abril, las importaciones volaron: u$s6.460 millones, un 37,3% más que el mismo mes del año pasado. Los productos extranjeros inundan el mercado y las pymes locales no pueden competir. La producción nacional pierde terreno. El modelo "aperturista" desplaza a quienes no pueden jugar en igualdad de condiciones.
A esto se suma el drenaje de dólares: con importaciones disparadas y exportaciones que no acompañan, el Banco Central ve desangrarse las reservas, un fenómeno que los economistas ya señalan como el punto débil más grave de la “Fase 3” del plan libertario.
En este contexto, las pymes ya no piden subsidios, piden aire. Pero mientras la economía se enfría, la ideología del ajuste se calienta. Y el motor productivo de la Argentina —ese que genera 70% del empleo privado— queda peligrosamente al borde del colapso.