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Detuvieron en Bolivia a un nuevo implicado en el triple femicidio narco de Florencio Varela

El quinto detenido por el triple crimen de las jóvenes se encontraba prófugo y será trasladado a Argentina. Se investiga su rol en los asesinatos.

Viernes, 26 de septiembre de 2025 a las 21 26

Por Ezequiel Bucetto

Viernes, 26 de septiembre de 2025 a las 21:26

En las últimas horas, las fuerzas de seguridad lograron la captura de un quinto sospechoso en Bolivia, vinculado al brutal asesinato de tres jóvenes en Florencio Varela.

Lázaro Víctor Sotacuro, cuyo arresto fue confirmado por la ministra de Seguridad, Patricia Bullrich, fue detenido en la ciudad boliviana de Villazón, una zona estratégica ubicada cerca de la frontera con Argentina.

El arresto de Sotacuro, que se suma a los ya realizados por las autoridades argentinas, genera nuevas expectativas sobre el avance de la investigación.

Nuevo arresto por el triple femicidio narco: Lázaro Sotacuro detenido en Bolivia

Aún no se revelaron detalles específicos sobre el rol que desempeñaba en este crimen que, según los investigadores, está ligado a organizaciones narcotraficantes que operan en la región.

Tampoco detallaron qué participación directa tiene Sotacuro en los homicidios de Lara Gutiérrez, Brenda del Castillo y Morena Verdi.

El caso, que comenzó con una investigación sobre un presunto ajuste de cuentas en el mundo narco, sigue siendo un misterio en muchos de sus aspectos, a medida que surgen nuevos datos y se amplían las conexiones internacionales.

Triple crimen con sello narco: la Interpol pide captura internacional de Ozorio, mano derecha de "Pequeño J"

El caso estremeció al conurbano y dejó en evidencia una marca inconfundible: la lógica del narco para imponer miedo y disciplinar a quienes se mueven en sus territorios.

Lara Gutiérrez, Brenda del Castillo y Morena Verdi fueron secuestradas, torturadas y asesinadas en Florencio Varela en un crimen que los investigadores ya no dudan en describir como un “narcofemicidio”.

Detrás de esa brutalidad aparece un nombre que empieza a hacerse conocido en los pasillos judiciales y en las brigadas antidroga: el de “Pequeño J”.

Se trata de un joven narco de nacionalidad peruana, identificado como Julio Valverde o Julio Noguera. En los partes policiales lo describen como extremadamente violento, con vínculos en el sur del conurbano y en algunos puntos del Bajo Flores.

Triple femicidio: buscan al narco más temido de Zavaleta, Matías Agustín Ozorio

Pero ahora, la investigación suma un nuevo capítulo: Interpol emitió un pedido de captura internacional contra Matías Agustín Ozorio, mano derecha del narco peruano “Pequeño J”.

Según los investigadores, Ozorio habría sido el ideólogo de la masacre, mientras que “Pequeño J” lideraba la organización y también tiene orden de captura internacional. 

Ozorio es temido incluso entre los narcos de Zavaleta. No solo por su vínculo directo con “Pequeño J”, sino por la capacidad de planificar y ejecutar crímenes que buscan marcar territorio y sembrar miedo.

En el barrio se habla de él como un hombre que no deja rastros fáciles, alguien que se mueve con precaución pero que controla una red violenta y organizada.

El caso revela algo más profundo: no es solo sobre drogas o dinero, sino poder y control. El femicidio fue un ajuste de cuentas, un mensaje claro de fuerza para quienes desafían su autoridad.

Lo cierto es que sobre “Pequeño J” todavía pesan más incógnitas que certezas. Algunos referentes de seguridad aseguran no tener registro de su figura en los clanes históricos de Zavaleta o la 1-11-14.

De igual forma, todos coinciden en algo: el triple crimen no pudo haberse llevado a cabo sin una estructura organizada detrás

La PROCUNAR y la fiscalía especializada en narcotráfico ya trabajan sobre esa pista para determinar si se trata de un nuevo liderazgo que busca abrirse paso en el mapa narco del Gran Buenos Aires.

Más allá de los detalles procesales, lo que queda a la vista es el modo de operar. No fue un homicidio común: fue un mensaje mafioso. Secuestro, tortura y ejecución para dejar claro quién tiene el control.

En la jerga policial, una “marcada de cancha” típica de las disputas por territorio. En la vida real, tres mujeres jóvenes asesinadas con una violencia que hiela la sangre.

Mientras la Justicia y la comunidad internacional  los buscan, los vecinos viven con miedo, la Policía investiga las complicidades y la fiscalía trata de esclarecer quién dio las órdenes del crimen.

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