La empresa de tecnología financiera Ualá, concretó la desvinculación de 135 trabajadores en Latinoamérica, de los cuales 110 empleados pertenecen a su operación en Argentina. La determinación, que abarca el 8% de su personal a nivel regional, fue ratificada por la organización a través de un escrito oficial donde se indicó que la meta es alcanzar “una mayor eficiencia regional y producto de la automatización de tareas”.
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Fuentes de la compañía aclararon que la reducción fue aplicada de forma uniforme y no se focalizó en un sector particular. A los colaboradores separados de sus puestos se les proveyó de “acuerdos de salida que superan los requisitos legales”. Conforme al comunicado, la resolución busca “mejorar el posicionamiento” de la firma en un entorno comercial “cada vez más dinámico y competitivo”.
Este recorte ocurre a menos de doce meses de una acción similar. En mayo de 2024, Ualá ya había disminuido un 9% de su equipo, lo que se tradujo en unos 140 empleados, como parte de una “optimización operativa” que impactó en sus sedes de Argentina, México y Colombia. En esa ocasión, la empresa argumentó los ceses laborales por la superposición de roles generada tras la adquisición de entidades como Wilobank, ABC Capital, Empretienda y Ceibo Créditos.
La fintech ahora aseguró que no tiene en sus planes nuevas etapas de desvinculaciones y que el procedimiento actual es la respuesta a la automatización de tareas y a la necesidad de adecuar su marco regional. Pese a ello, la medida se implementa en una coyuntura económica desfavorable, marcada por una baja en el consumo y altas tasas de interés que repercuten directamente en el ecosistema de tecnología financiera.
En el sector, se sugiere que la reestructuración pretende resguardar los márgenes operativos luego de un periodo de intensa expansión y un incremento en los gastos. “No hubo un área particularmente afectada; se trata de un proceso integral de eficiencia”, puntualizaron desde la entidad.
Turismo en caída libre: se pierden 10 empleos por día en hoteles del país
Ni las promociones, ni el congelamiento parcial de tarifas, ni los esfuerzos del sector privado por sostener el empleo alcanzaron para frenar el derrumbe. La temporada de invierno deja en evidencia la gravedad de la crisis que atraviesa el turismo argentino: la ocupación hotelera a nivel nacional no alcanza el 50%, con un promedio del 46% en la primera semana y apenas 37% en la segunda, según datos relevados por la Asociación de Hoteles de Turismo de la República Argentina (AHT).
Los números reflejan más que una temporada floja. Expresan un cambio estructural en los hábitos de consumo turístico, producto de la caída del poder adquisitivo, el encarecimiento del turismo interno frente a destinos internacionales más competitivos, y la baja del turismo receptivo. La postal de un país que durante años encontró en sus vacaciones locales una vía de escape en tiempos difíciles, hoy muestra localidades vacías, trabajadores sin ingresos y economías regionales paralizadas.
Los datos son elocuentes. Sólo destinos como Bariloche y Villa La Angostura logran sostener cifras aceptables, con ocupación hotelera en torno al 85%, gracias a la llegada de turistas brasileños. Pero fuera de esos casos excepcionales, el panorama es sombrío: la Ciudad de Buenos Aires arrancó con un 49% de ocupación y proyecta una caída al 35% para la segunda semana. En Mendoza, la situación es directamente crítica: en la última semana de julio apenas alcanzará el 17%.
La Confederación Argentina de la Mediana Empresa (CAME) aportó otro dato preocupante: durante los feriados de junio se registró una caída del 16,6% en la cantidad de turistas y un desplome del 27,9% en el gasto, comparado con el mismo período del año anterior. El golpe sobre el consumo se traduce en consecuencias directas para uno de los sectores que más empleo genera en el país. Según la AHT, actualmente se pierden alrededor de diez puestos de trabajo por día en hoteles de todo el país.
