Lo que inquieta no es solo el objetivo, sino el método: permitiría utilizar dólares para prácticamente cualquier transacción, sin necesidad de justificar su origen ante la Agencia de Recaudación y Control Aduanero (ARCA).
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Bajo el paraguas de la fase 3 del programa económico, el Ministerio de Economía trabaja en incentivos fiscales y en la incorporación de herramientas tecnológicas como los pagos mediante códigos QR. Pero lo que más alarma es la posibilidad de habilitar el uso libre de dólares, eliminando los controles actuales que exigen demostrar la procedencia de los fondos. En los hechos, muchos analistas ya lo definen como un nuevo blanqueo, que podría beneficiar a quienes hasta ahora mantuvieron sus activos al margen del circuito formal.
Según cifras oficiales, a fines del año pasado los argentinos acumulaban más de 271 mil millones de dólares fuera del sistema, entre cuentas en el exterior, cajas de seguridad y billetes guardados en sus hogares. El Gobierno busca que una parte de esos fondos se vuelque a la compra de bienes durables, inmuebles e incluso al consumo corriente. Si bien esto podría impulsar la actividad económica y aliviar la caída del consumo, preocupa la ausencia de un mecanismo de control claro sobre la legalidad de esos dólares.
La semana pasada, el ministro Luis “Toto” Caputo adelantó que en breve anunciarán una medida “sorprendente” para fomentar el uso de dólares en la economía. “En las próximas dos semanas vamos a estar anunciando alguna medida que va a fomentar mucho el uso de los dólares”, dijo Caputo, subrayando que el Gobierno necesita remonetizar la economía ahora que, según él, la inflación está bajo control.
El anuncio despierta temores. ¿Cómo se distinguirán los dólares ahorrados legalmente de los que provienen de actividades ilícitas? ¿Qué capacidad tendrá ARCA para fiscalizar operaciones en un contexto de virtual libre circulación de divisas? Mientras las autoridades destacan el objetivo de impulsar la inversión y el consumo, crece la inquietud sobre las consecuencias de abrir las compuertas a flujos de dinero cuyo origen puede ser difícil —o imposible— de rastrear.
En resumen, aunque la medida podría inyectar vitalidad a la economía, deja flotando una pregunta que el Gobierno aún no responde: ¿de dónde saldrán esos dólares que, de pronto, comenzarán a circular por las calles? ¿de abajo del colchón? ¿del lavado de dinero?