El arzobispo de Buenos Aires, monseñor Jorge García Cuerva, anunció que el sábado 26 de abril se celebrará una misa exequial a las 10 hs en la catedral por el eterno descanso del Papa Francisco.
"Quiero invitarlos especialmente a participar de la misa exequial por el eterno descanso de nuestro querido Papa Francisco. Esta será la misa oficial con la que despediremos todos juntos al Santo Padre", manifestó en un comunicado.
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Además, aclaró: "Luego de la celebración eucarística, realizaremos una caravana alrededor de la Plaza de Mayo, para expresar simbólicamente en el corazón de la Ciudad nuestro agradecimiento por su vida, su testimonio y su magisterio".
García Cuerva pidió además que se suspendan las celebraciones y actividades pastorales de ese día, para que todos puedan participar de la misa en la catedral y la caravana.
"Y así, como arquidiócesis de Buenos Aires, rezar por el eterno descanso de Francisco y regalarle la imagen de una Iglesia unida, una Iglesia familia, que le estará agradecida para siempre", finalizó.
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Los últimos minutos del papa Francisco, según su médico: "Tenía los ojos abiertos, pero no respondía, no había nada que hacer"
El médico del hospital Gemelli de Roma Sergio Alfieri, coordinador del equipo que atendió al papa Francisco, reveló este jueves los últimos minutos de vida del pontífice: “Entré en su habitación y tenía los ojos abiertos pero no me respondía, no había nada que hacer”.
Alfieri -que operó al Papa dos veces de colon en 2021 y 2023 y lo acompañó en los últimos y difíciles meses de vida-, contó en entrevistas a los diarios Corriere della Sera y La Repubblica que en la madrugada del lunes el enfermero personal del Papa, Massimiliano Strappetti, pensó que había que volver a llevarlo al hospital Gemelli, aunque ya era tarde.
“El lunes a eso de las 5.30 me llamó Strappetti: ‘El Santo Padre está muy mal, tenemos que volver al Gemelli’. Puse a todos en alerta y 20 minutos después estaba en Santa Marta. Sin embargo, me parecía difícil pensar que fuera necesaria una internación”, dijo el médico.
Y continuó explicando: “Entré en la habitación y él tenía los ojos abiertos. Constaté que no tenía problemas respiratorios y entonces intenté llamarlo pero no contestó. No respondía a los estímulos, ni siquiera a los dolorosos. En ese momento entendí que no había nada que hacer. Estaba en coma”, añadió.
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El deseo del papa de "morir en casa"
Sergio Alfieri confirmó además que, como sucede con cualquier persona, el Papa había expresado su deseo de morir en su casa.
“Corríamos el riesgo de que muriera en el traslado, le expliqué que la hospitalización habría sido inútil. Strappetti sabía que el papa quería morir en casa, siempre lo decía cuando estábamos en el Gemelli”, recordó Alfieri. “Murió sin sufrir, y en su casa. Cuando estaba en el Gemelli no decía ‘quiero volver a Santa Marta’, decía ‘quiero volver a casa”, confirmó.
Tras su muerte, Alfieri se quedó en la habitación 201 de Santa Marta junto a Massimiliano Strappetti, el otro enfermero personal, Andrea Rinaldi, los secretarios y otros asistentes. “Después llegaron todos y el cardenal [Pietro] Parolin nos pidió que rezáramos y recitamos con él un rosario. Me sentí un privilegiado y ahora puedo decir que lo fui. Esa mañana le di una caricia como último saludo”, repasó con emoción.
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Los últimos minutos del papa
Alfieri fue el único vocero médico del estado del Papa durante los 38 días de internación a comienzos de este año por una neumonía bilateral que marcó el principio de su fin y tejió con él una relación más que especial desde que lo conoció en 2018 por sus problemas de intestino. Vio por última vez al Papa vivo el sábado pasado.
Fue después del almuerzo, en vísperas del domingo de Pascuas. “Puedo decir que estaba muy bien, también me lo dijo él. Le lleve una pastafrola oscura como le gusta a él y charlamos un poco y él me dijo ‘Estoy muy bien, retomé mi trabajo y me cae bien’”, contó.
“Sabía que al día siguiente iba a impartir la bendición ‘urbi et orbi’ (a la ciudad y al mundo, en latín) y nos dimos cita para el lunes”, agregó. Pero el lunes fue cuando el Papa murió a las 7.35 después de un derrame cerebral que le provocó un coma y un colapso cardiocirculatorio irreversible, según certificó esa misma noche el Vaticano.
A Alfieri no le pareció mal que el Papa hubiera desobedecido la prescripción de al menos 60 días de convalecencia, al retomar su trabajo y haciendo salidas peligrosas al final de la misa para el Jubileo de los enfermos, a la cárcel de Regina Coeli, a la Basílica de Santa María la Mayor y demás.
“Estuvo bien así. Él es el Papa. Volver a trabajar hacía parte de la terapia y él nunca se expuso a los peligros”, dijo. “Es como si, acercándose al final, hubiera decidido hacer todo lo que tenía que hacer, así como sucedió el domingo cuando aceptó la propuesta de Strappetti de dar una vuelta entre la multitud en la Plaza de San Pedro o como hizo hace diez días, cuando me pidió que organizara un encuentro con todas las personas que lo habían cuidado. Tengo la sensación de que él sentía que tenía que hacer una serie de cosas antes de morir”, concluyó el hombre que acompañó a Francisco en sus últimos minutos con vida.