Tras estar en producción hace aproximadamente 7 años, finalmente tenemos la confirmación de que la secuela de "La pasión de Cristo" es una realidad ya Lionsgate será la distribuidora de la misma.
El título del film será "La resurrección de Cristo" y, como era de esperarse, será dirigida también por Mel Gibson. El rodaje de la cinta comenzará en el mes de agosto en Cinecittà Studios, Roma aunque también Ginosa, Matera y otras ciudades rurales italianas están en planes.
"Para muchísimas personas de todo el planeta, 'La resurreción de Cristo' es el acontecimiento cinematográfico más esperado de la última generación", dijo el presidente de Lionsgate, Adam Fogelson. "ambién es una película épica y espectacular que dejará sin aliento a los espectadores de todo el mundo. Mel es uno de los mejores directores de nuestro tiempo, y este proyecto es a la vez profundamente personal para él y el escaparate perfecto para su talento como cineasta. Mi relación con Mel y Bruce [Davey, productor] se remonta a hace 30 años, y estoy encantado de volver a colaborar con ellos en este acontecimiento histórico para el público" agregó.
La filmación de La Pasión de Cristo marcó un antes y un después en la vida de Jim Caviezel y Mel Gibson. Ambos se sumergieron en un proceso que fue mucho más allá del cine, guiados por una convicción espiritual profunda y atravesados por desafíos físicos, emocionales y profesionales.
Caviezel fue consciente desde el primer momento del peso que implicaba interpretar a Jesús. “Todos tenemos una cruz que cargar. Si no la cargamos, vamos a ser aplastados por su peso”, dijo al aceptar el papel, incluso después de que Gibson le advirtiera: “Quiero que seas consciente de lo que vas a pasar. Puede que nunca vuelvas a trabajar”.
Durante el rodaje, las condiciones fueron extremas. “Fui alcanzado por un rayo. Tuve una dislocación de hombro. Hipotermia. Estaba enfermo de neumonía, y seguíamos grabando”, recordó Caviezel, quien además fue golpeado accidentalmente con un látigo real durante la escena de la flagelación. “Mi cuerpo estaba casi paralizado”, confesó, señalando que llegó a grabar la escena de la crucifixión mientras sufría una infección pulmonar. “Me sentía fuera de mí. Tuve que ir a un lugar muy profundo porque me estaba volviendo loco”.
Su preparación fue también espiritual. “Recibí la confesión en latín antes de filmar la crucifixión”, comentó, y agregó: “Cada día tomaba la Eucaristía, y rezaba durante horas. No podía hacer esto solo”.
Gibson también atravesó un proceso personal intenso que lo llevó a realizar la película. “Estaba muy deprimido. Pensé en saltar por la ventana. Grité en oración: '¡Ayuda! Necesito ayuda aquí'”, reveló. Esa desesperación se transformó en impulso creativo: “Estoy contando la historia tal como la Biblia la cuenta. Lo que Cristo hizo es el mayor acto de amor que alguien haya hecho. Es la mayor historia de amor de todos los tiempos”.
Sobre la escena del Gólgota, Gibson fue enfático: “El momento más poderoso de la película es cuando Él es clavado en la cruz. No porque lo estén clavando, sino por lo que representa”. Y subrayó: “Jesús dijo: ‘Nadie me quita la vida. Yo la doy voluntariamente’. Y eso es lo que ves en la película”.
Actualmente, Gibson trabaja en la secuela: La Resurrección de Cristo. Según sus propias palabras, “no es una continuación tradicional. Es una especie de viaje ácido, sobre dimensiones y realidades más allá de esta existencia”. Agregó que el guion es ambicioso, y que lleva años trabajándolo junto al guionista Randall Wallace. “La resurrección. Lo que eso significa. Es más que un evento. Es un cambio de conciencia. Es algo que va más allá de lo que podemos ver”.
Caviezel también habló sobre su conexión con el proyecto y con el personaje: “Después de interpretar a Jesús, no podés volver a ser el mismo. Siento que morí con Él en esa cruz, de alguna forma”. En una entrevista con CBN, declaró: “Hay un propósito en el sufrimiento. Esta película es una prueba de ello”.
En una cultura donde el entretenimiento tiende a evitar lo espiritual o trascendente, tanto Caviezel como Gibson desafiaron esa lógica con una propuesta radical: mostrar el sacrificio, el dolor y el amor en su forma más cruda. Como expresó Caviezel: “El mundo necesita volver a mirar a Cristo. No como un símbolo, sino como una realidad viva”.