En el programa de Diego Sehinkman por TN, Santillán se lanzó con vehemencia a desmentir a una médica del Hospital Garrahan que explicaba las dificultades para sostener una familia con ingresos por debajo de los $800.000. Pero su entusiasmo la llevó directo al papelón: citó mal los datos del INDEC y aseguró que una familia tipo podía vivir dignamente con apenas $360.000.
“En honor a la verdad, la canasta básica, de una familia de cuatro miembros, en el mes de mayo fue de 360 mil pesos. Datos del INDEC”, dijo Santillán, con tono docente. El problema es que su “verdad” estaba basada en mirar mal un cuadro estadístico. Se enfocó en la fila equivocada. En vivo. En televisión nacional. Ante economistas.
La situación fue tan grotesca que el propio conductor del programa tuvo que interrumpirla y chequear en tiempo real con Martín Redrado, presente en el piso, quien corrigió la cifra: la canasta básica para una familia tipo supera los $1.100.000. Santillán, acorralada, intentó defenderse diciendo que $360.000 es suficiente si “no se tiene un estilo de vida europeo” y se vive con lo justo. Una muestra de desconexión total con la realidad de millones de argentinos.
Pero el derrape no terminó ahí. El número que Santillán citaba ni siquiera se refería a una familia tipo: según el propio informe del INDEC, esos $360.000 son los necesarios para una unidad de consumo compuesta por una mujer de 35 años, su hijo de 18 y su madre jubilada de 61. O sea, tres personas, sin niños en edad escolar ni necesidades básicas propias de una familia con menores a cargo.
El episodio dejó en evidencia no solo un profundo desconocimiento de los datos oficiales sino también una alarmante liviandad para discutir temas centrales como el costo de vida. No es la primera vez que la diputada libertaria de Mar del Plata, que ostenta un controvertido título de “Economía Austríaca”, desbarra en público. Pero esta vez fue más lejos.
A quienes la recuerdan por su defensa apasionada de la privatización total del fútbol cuando formaba parte del entorno de Daniel Scioli -sí, Santillán fue de las que militaban el desguace de lo público desde antes de Milei-, el furcio no sorprende: su carrera política parece un compilado de frases sin chequear, decisiones inconsistentes y bandazos ideológicos.
Lo que sí sorprende es que, mientras millones de argentinos luchan por llegar a fin de mes, una legisladora nacional intente convencer al país de que se puede vivir con $360.000. Peor aún, que no sepa ni leer un cuadro del INDEC.
Más allá de lo tragicómico del episodio, la escena revela algo más profundo: la banalización del sufrimiento social desde discursos supuestamente técnicos, la confusión convertida en dogma, y la política como un show donde la ignorancia se disfraza de convicción.
En una Argentina donde el ajuste muerde cada vez más fuerte, tener legisladores que no saben distinguir entre una familia de tres y una de cuatro personas no es solo un problema de información: es un síntoma del desprecio institucional por la realidad popular.