Juan, un trabajador incansable, se vio forzado a vivir con sus hijos al costado de un río, en una pequeña tapera prestada por un amigo pescador, después de que su expareja y su nueva pareja lo expulsaran de la casa que él había comprado con su esfuerzo. A pesar de tener la tenencia legal de sus hijos —según las fuentes, podría tratarse de un régimen compartido del 50%—, la justicia nunca resolvió su restitución al hogar familiar. Juan denunció no solo amenazas de muerte por parte de su expareja, sino también situaciones de violencia en las que intervino para proteger a sus hijos, incluso arriesgando su integridad física.
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A pesar de estas durísimas circunstancias, Juan nunca bajó los brazos. Realiza changas para alimentar a sus hijos, se sacrifica para que ellos puedan asistir a la escuela, estén bien vestidos y mantengan un rendimiento escolar destacado. Uriel, el mayor, mostró una madurez extraordinaria, acompañando a su padre y motivándolo a buscar ayuda para recuperar su casa.
La exposición de su historia en el programa de Crónica que conduce Tomás Mendez, desató una ola de solidaridad pocas veces vista. Las donaciones comenzaron cuando Juan apenas tenía 14 pesos en su cuenta bancaria. En minutos, los aportes de personas comunes, de todos los rincones del país, empezaron a llegar: 4,6 millones, 5,2 millones, 6,3 millones, 7 millones, 8 millones, 9,2 millones… hasta superar los 20 millones de pesos.
Este gesto colectivo le permitirá a Juan no solo soñar con un techo propio, sino garantizar a sus hijos la estabilidad y el futuro que tanto merecen. Una vez más, el pueblo argentino demostró que, incluso en medio de las crisis, la empatía y el compromiso por el otro siguen siendo su marca registrada.